El simposio «España contra Cataluña»

Independientemente de lo mal o bien demostrada que quede la tesis que le da título, la cuestión importante, la que tiene mayor capacidad transformadora, es si invalida toda pretensión de que los españoles permanezcamos juntos compartiendo los avatares de un proyecto común de futuro, o resulta indiferente para realizar estas consideraciones y obtener una respuesta concluyente a esa pregunta.

Es probable que las maldades que se desgranen en este simposio sean patentes, porque encontrar acciones reprobables en el devenir histórico es habitual, pero no sería riguroso extraer conclusiones sin definir de manera extensa el contexto, tratar de todas las acciones de parte y hacer las correspondientes comparaciones, además de señalizar, dado que alguna se hallará, las bondades. Como en el mismo sentido de esta crítica hace un resumen muy pormenorizado, con las opiniones de diversos historiadores, un reportaje reciente en El País firmado por José Ángel Montañés, no abundaré.

Así pues, volviendo a la pregunta, la respuesta es negativa: no la invalida ya que resulta indiferente. Debe ser el objetivo entramado, tan profuso y complejo, de relaciones personales y económicas como el que existe entre catalanes y el resto de los españoles, el que sustente las decisiones sobre el futuro.

Con toda seguridad podría seguir haciéndose política desde el Gobierno estatal, organizando otro simposio cuyo título fuera una conclusión del tipo “Cataluña en España, ejemplo de sinergia y complementariedad”, pero es probable que esto ya no tuviera ningún efecto sobre la opinión de los ciudadanos de Cataluña que hoy se identifican independentistas, como apunta hoy preocupado  Iñaki Gabilondo en su vídeoblog, porque un sentimiento amplio de huida justificada se percibe ya instalado en la sociedad.

Así, lo que parece indudable es que esta guerra de la comunicación, de la creación de opinión, emprendida por el nacionalismo catalán independentista desde el minuto siguiente a la aprobación de la Constitución del 78, está siendo ganada, y en buena parte porque son los sentimientos a los que se acude, a los que se convoca para dirimir el asunto, y ello no es baladí, porque son difíciles cuando no imposibles de cambiar. Incluso cuando se aportan datos, como en el caso de este simposio, es para alimentar, de nuevo, sentimientos.

Quizá lo que parece más recomendable, que los convocados fueran los hechos, el análisis racional de la situación y el momento histórico que vivimos en el planeta, en definitiva lo que está a nuestro alcance temporal encontrarle soluciones, creando proyectos que nos mejoren y buscando beneficios para todos, acabe siendo lo que ocurra finalmente. Por ello hago votos.

8 pensamientos en “El simposio «España contra Cataluña»

  1. Buenos días:

    Este Gobierno comete un error si obra así. Quien lidera no puede tratar a todo el mundo igual. Hay que conocer y saber hacerlo, como más o menos se hizo hasta ahora. Que la convivencia no va por buen camino. Cada vez que abre la boca algún integrante del gobierno y no digamos Rajoy, nace un catalanista (y no digo independentista). Se están cometiendo errores que van a pasar factura.

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    • A falta de mayor explicación no puedo estar de acuerdo en que «quien lidera no puede tratar a todo el mundo igual». Tengo la sensación de que das por hecho que se de los casos a los que te refieres y no es así. Si no me das ejemplos no puedo seguirte la argumentación.

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      • Acabo de leer esa entrada del blog que me envías y algunos comentarios y no he encontrado mencionado ningún agravio concreto, sólo la alusión a lo que se da por hecho, el desprecio de los demás españoles a los catalanes, así también, sin distinciones… No es eso, por tanto lo que yo pedía, que era agravios concretos de los que yo pudiera sacar la conclusión de que Cataluña, así, como concepto, tiene razones sólidas para quejarse.
        Lo que yo percibo, y este blog -que me ha gustado su estilo y me ha parecido una persona sensata el que lo escribe- me lo confirma, es que vivimos una situación maquiavélica, por no decir directamente diabólica, en la que lo peor se magnifica y se convierte en alimento para una nueva respuesta negativa. Por ejemplo, menciona los comentarios que los lectores vierten en los medios de ámbito estatal contra los catalanes. Yo los he visto, y he sentido vergüenza, pero no saco la conclusión de que los otros españoles despreciamos a los catalanes, porque no se si representan la opinión de la mayoría de los españoles o sólo ls de sí mismos. Pero, ¡claro!, el que lo lee desde allí, si hace una lectura reduccionista, ayudado por las consignas del poder nacionalista, sí se va a sentir agraviado y ya tenemos la bola de nieve rodando por la pendiente… ¿Por qué no tomar distancia y por ejemplo, preguntarse, en cambio, por qué los empresarios catalanes, que venden buena parte de su producto en el resto de España, no lo identifican de la misma manera y por el contrario se quejan de que ese maniqueismo reduccionista les hace perder ventas en Cataluña si se han expresado opuestos al independentismo, como en el resto de España por ser catalanes? Si se lo preguntaran sería fácil darse cuenta de que si ese desprecio y ese odio fueran mayoritarios los supermercados de toda España no estarían llenos de productos catalanes -que obviamente se compran-, los restaurantes punteros catalanes no estarían en boca de todos, incluidos esos medios de ámbito estatal, el Barcelona no despertaría pasiones allí donde le toca jugar, porrón de gente de todos sitios no veranearía en la Costa Brava ni visitaría Barcelona para hacer turismo, el presidente de la CEOE no sería catalán, y si me apuras no existiría el Puente Aéreo ni habría existido Barcelona 92. ¡Vamos, que ese odio, ese desprecio, esa desconfianza, me parecen una realidad inventada! No el sentimiento que es real, no pongo en duda que existe ese sentimiento recíproco, de agravio por un lado y de hartazgo por el otro, esa dialéctica estúpida que se retroalimenta, pero ha sido inventado: es una realidad generada desde la anécdota. La propaganda ha conseguido convertir lo irrelevante en sustantivo.
        Descerebrados, incultos, oportunistas, poco informados, los hay, y los habrá en todos lados, dispuestos a soltar lo primero que se les viene a la cabeza cuando tienen la oportunidad, y ahora pueden hacerlo con facilidad, pero ¡por favor! no les demos lo que no les corresponde ni por número ni por conocimiento, que es imponer su visión maniqueista, negativa y simplificadora.
        Dice este bloguero que echa en falta muestras de aprecio hacia Cataluña para compensar y a mi eso se me asemeja a la obligación del acusado de demostrar su inocencia. El sólo hecho de que un hipotético referendum en toda España nadie dude de que saldría negativo si la pregunta fuera «¿quiere que Cataluña se independice de España? ya debería dar pistas inequívocas de que los españoles de este lado queremos seguir conviviendo y formando parte de un proyecto común con los de allí. Explicarlo con un simplista «porque así podéis seguir explotandonos» a mi me parece incomprensible. Es verdad que se puede vivir en una realidad inventada toda la vida, pero creo que es mas acertado recordar cuantas familias tienen miembros catalanes: suegros, hijos, esposos, primos, o cuan mayor es aún el número de los que tienen amigos, o relaciones profesionales recíprocamente beneficiosas, e incluso los que no tienen ninguna de estas cosas, pero sí tienen influencias culturales populares, como el deporte o la gastronomía o la literatura o la música, cuando no simplemente recuerdos, de un viaje de novios, o de fin de curso.
        En fin, que cuando creas que haya algo, algún hecho concreto, donde aprecies una bofetada insolente a Cataluña por parte del resto de los españoles, con cuyo sentimiento de agravio pueda solidarizarme, no te quepa duda que lo haré. De momento me decanto por creer que esto es un debate dirigido y que alimenta unos intereses que no son los de los ciudadanos, y desde luego no son los míos.

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  2. Hola, Elisa, buenas noches.

    Me interesa especialmente uno de los aspectos que mencionas, el del trato discriminatorio hacia los ciudadanos catalanes, porque yo no lo percibo. Yo me inclino a pensar que el trato que el PP que gobierna nos «regala» es tan malo para el que vive en Tarrasa como para el que vive en Mérida o en Ribadesella. Este proyecto insolente de ley de seguridad ciudadana o los cambios en la de la interrupción del embarazo, o la LOMCE devolviéndole a la religión un protagonismo, por obligación, ¿crees que no perjudica por igual a todo hijo de vecino? Es verdad que yo lo veo desde aquí y por eso no capto la diferencia…¿Por qué allí se ve como un agravio especial?

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  3. Buenos días:

    Iñaki Gabilondo ha dado con la clave. No son sólo sentimientos es, también, desilusión. Y sobre todo «creer» que es posible un cambio o hallar un pequeño resquicio de luz. Vivimos muy abrumados contemplando como se desmantelan los derechos logrados y hay quien no quiere vivir cabizbajo toda la vida y preferir sucumbir luchando. Esa es mi visión general desde Cataluña, aun cuando mi propia ideología no coincida con el nacionalismo pero es que tampoco coincide con la política reaccionaria de este Gobierno y tampoco con la desilusionante política del anterior.

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    • Hola, Elisa. No he tenido el hueco para contestarte antes. Ya sabes que comparto ese sentimiento de aplastamiento autoritario que está imprimiendo este Gobierno, pero no nos dejemos llevar por el señuelo de que todo lo malo viene de la administración central. Los recortes sociales en Cataluña, los gastos en promocionar un nuevo estado, el peaje en la autopistas, el expolio a través del Liceo, el 3 %, los desmanes que denuncia Café amb llet, etc. no los impone Madrid, y por lo tanto cabe pensar racionalmente que la solución no está en serrar por los límites con Aragón, sino en oponerse con toda la fuerza democrática que sea posible a quien hace lo que no debe.

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      • Sí. Hay mucho desmán en Cataluña y a CIU le beneficia la «movida». Y distintas tendencias dentro del independentismo. Concertar esas ideologías y hallar consenso tampoco lo veo fácil.
        El gobierno del PP ha estropeado las buenas relaciones de respeto hacia la cultura catalana por ese aplastamiento autoritaro que mencionas y eso también ha sido caldo de cultivo hacia los sentimientos. Por otro lado, me cuesta confíar que se hallen soluciones que beneficien a todos a nivel planetario. Yo no percibo
        nada en ese sentido.

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