En los tiempos que nos toca vivir encontrar personas que no busquen como primer objetivo ganar dinero, sino hacer bien lo que hacen, hacerlo esforzándose por conseguir lo mejor de lo que son capaces, es muy meritorio y una rareza. Asumir el riesgo que supone no encontrar suficientes clientes que aprecien el salto mortal sobre el alambre que es un restaurante con una cocina cuidada, que se sale de lo habitual, es propio de artesanos enamorados de su trabajo, fieles a sus experiencias, generosos hasta el límite con sus clientes.
César Martín encontró este esquinazo de un edificio nuevo, en Madrid, no lejos del Paseo de la Castellana, y más cerca de la Glorieta de Cuatro Caminos -la que tuvo el honor de acoger uno de los extremos de la primera línea de metro inaugurada en esta villa- que tenía el aliciente de tener delante un amplio jardín, y estar en una calle tranquila donde no es imposible aparcar en la puerta, y no lo dudó: Se echó en manos de un decorador y tras salvar los inevitables obstáculos que se encontró, Lakasa abrió al público en febrero de 2012. Pronto algunos vecinos curiosos del entorno se hicieron asiduos, y poco a poco, mediante el infalible boca/oído, y el trabajo desarrollado por Riki, ha ido apoderándose de una clientela fiel y entregada. Fidelidad y entrega, tanto, al menos, como las que ellos, con Marina, y toda su troupe heterogénea y cosmopolita, transmiten desde que se traspasa su puerta.
César y sus colegas han compuesto una carta de buen tamaño, suficientemente extensa para que nadie pueda dejar de encontrar lo que le apetece, que atiende a lo que toca en temporada, como las setas o la caza, pero sin renunciar a esas recetas que no pueden faltar porque son un valor seguro, como las legumbres, un arroz, los quesos, el «foie», o una carne roja fileteada. También pescados, como el esturión o la raya, tratados con ese punto delicado que busca preservar todo su sabor natural y textura para contrastarlos con otros sabores que los acompañan.
Pero la carta tiene otra sorpresa muy agradable y forma parte importante de la definición de esta oferta gastronómica de César: casi todo se puede pedir por medias raciones, las cuales no son mínimas y permiten no quedarse con ganas de probar diferentes propuestas.
Pero vamos a ir entrando en materia con la chistorra que nos ponen de aperitivo, mientras nos tomamos un rico vino albariño portugués a 16,5 € la botella, de una carta, tampoco muy larga, pero con elementos muy interesantes, como éste.

Para empezar compartiendo hemos pedido una especialidad de la casa, los buñuelos de queso Idiazabal, espléndidos…

y unos mejilloncitos en salsa…

Como platos fuertes esta vez probamos, las manitas rellenas,

el arroz cremoso con pechuga de pato azulón,

y el mero a la plancha con pisto, espléndido de punto.

Como ya conocíamos los quesos de visitas anteriores no quisimos que la persona que nos acompañaba dejase de probarlos… Se trata de una tabla variada, que puede ir cambiando según la temporada y las compras, donde predominan los quesos franceses, algún suizo, y algunos españoles, dando un repaso a la cabra, la vaca y la oveja.

Finalmente, no podíamos dejar de probar algún postre dulce y elegimos éste que mostramos, que rinde homenaje al artista Agustín Ibarrola recreando su bosque de Oma.

Como empezaba, visitar Lakasa es acabar con la sensación de que no se ha estado en un lugar como cualquier otro. Hay numerosos detalles en este sentido: El primero, el más importante y evidente, la predisposición de todos los que allí trabajan para hacer la visita muy agradable; no les cuesta sonreír ni ser amables, y se nota que lo hacen con convicción. La disponibilidad para modificar un plato por sugerencias de gustos o prescripciones, o para darle un punto más de cocción porque ha salido demasiado poco hecho para el gusto del comensal, o simplemente, algo tan sencillo y tan difícil de encontrar por una tacañería generalizada e incomprensible , que haya agua caliente en los lavabos. Pero también la idea de modificar el local, a última hora del día, subiendo la música y bajando algo la luz, para adaptar el ambiente a un entorno más proclive a hacer una sobremesa tomando licores…Son muchos y todos van en la misma dirección: proporcionar una experiencia completamente satisfactoria al cliente, lo cual parece pertenecer a una lógica natural cuando se monta un negocio de servicio como el de la hostelería, pero muy frecuentemente no es así.
Muy recomendable.
Media por persona: 42,5 €, con vino y aperitivos, sin cafés ni licores.
Nota de actualización:
Lakasa se ha dado un tiempo muerto para trasladarse a un nuevo local más grande y preparado para afrontar nuevos y más altos retos culinarios, relativamente cerca del anterior, en la Plaza del Descubridor Diego de Ordás, 1, cuyo acceso da a Santa Engracia, frente a los jardines del Canal de YII. Abierto de nuevo desde antes del verano, los cambios merecen un nuevo comentario aún pendiente. Acepta reservas en el teléfono 915 338 715 y en el 626 933 081.
Nueva actualización, julio de 2019:
Fieles a las líneas que los definían al comienzo de esta reseña, César y Marina han decidido dar un arriesgado y oneroso paso adelante y renunciar a trabajar los sábados, domingos y festivos, en aras de la conciliación familiar, y de una normalización horaria a contracorriente en la tradición hostelera y más recientemente en el comercio. A partir del 1 de septiembre, Lakasa abrirá sólo de lunes a viernes con un horario continuado desde las 13:00 hasta las 23:00.