Mundial de fútbol 2018

Pues bien, este campeonato ha llegado a su final. Ha ganado Francia merecidamente; ha sido bastante regular y ha mostrado una capacidad de resolución envidiable, que para sí hubieran querido otras selecciones.

Antes de que lo dijera Infantino ya tenía la impresión, a través de los partidos que había visto, de que estaba siendo el mejor mundial que yo recordara -aunque debo advertir de que en este asunto del fútbol me tengo por bastante lego- no tanto por la organización y las instalaciones, de las que apenas me he interesado, sino por lo apretado de la competición, que ha dado enfrentamientos muy interesantes, por las cualidades mostradas por las selecciones y la correspondiente emoción que despertaban.

Y para mi hay dos conclusiones que sobresalen sobre cualquier otra: la primera que, como en algunas otras ocasiones, ha resultado que el fútbol es un deporte de equipo, que cada encuentro lo juegan once personas contra otras once, y se apoyan en muchas más para lograrlo. Así, las más renombradas figuras, que consiguen que las estrategias de los equipos en los que juegan giren en torno a sus peculiares rasgos o habilidades, aunque éstas sean más bien poco participativas, por no decir claramente individualistas o egocéntricas, han cosechado un estruendoso fiasco. Messi y Ronaldo no han conseguido -muy merecidamente- que sus selecciones lograran pasar de segunda ronda, y precisamente han sido las figuras más participativas del juego colectivo, esas que tampoco han abandonado la idea de que defender forma parte intrínseca de las reglas de este juego, como Hazard, Modric o Griezmann, los que han llegado más lejos.

Y en segundo lugar, y no menos importante, porque trasciende los límites de la actividad deportiva: ha ganado la selección más mestiza, aquella en la que el color de la piel, el origen de los ancestros, o -posiblemente- las creencias religiosas o su ausencia no han sido un impedimento para asociarse, para creer en las posibilidades del compañero, para confiar, para aprovechar la sinergia del grupo. Bélgica e Inglaterra también estaban en esa onda y seguramente eso explica lo cerca que han estado igualmente del triunfo final.

Podría decirse que Europa, la Europa mestiza, es la gran triunfadora de esta competición universal, y yo creo que este rasgo ha sido el factor definitivo en el resultado. Por eso sería muy interesante que aquellos que se ocupan de otras actividades que no son el deporte, pero atañen -incluso más- al bienestar de los ciudadanos europeos, tomaran nota, aunque sólo fuera para reflexionar.

Una pregunta pertinente

Señora Valèrie Trierweiler:

Me alegro de verla recuperada y con buen aspecto en esta foto de su viaje a India que incorpora la información sobre el mismo de La Razón en su edición digital de hoy. Por lo que hasta ahora ha trascendido, despierta usted mi simpatía y admiración.

Es dramático lo que le ha ocurrido. Su reacción conocida revela que para usted su pareja era algo verdaderamente importante.

Cabe imaginar que tendría un proyecto bien diseñado en su cabeza para disfrutar de manera privilegiada de su compañía, mientras ocupara la presidencia de la República, ayudándole a mantener el estado de ánimo sereno, lúcido y enérgico necesario para desempeñar esa labor con la máxima dignidad y eficacia, y tras este servicio al Estado, más adelante para compartir con él su progresivo envejecimiento, regalándole su lozanía y elegancia, alimentando sus recuerdos, llenando de miradas cariñosas y conversaciones inteligentes el transcurso de su cotidianidad.

Es probable que usted tenga plena conciencia de ser una mujer en la plenitud de su atractivo y no estuviera dispuesta a considerar que su pareja pudiera ponerlo en cuestión. ¿Quizá se confió y dejó que la idea de que éste era un hombre distinto al arquetipo de los hombres que siempre están alerta al atractivo de las mujeres en edad procreativa, anidara en su percepción de la realidad? Puede que influyera en su confianza también el especial marco protocolario y de seguridad al que obligadamente estaban sujetos. O quizá no, simplemente depositó su confianza de enamorada en las buenas intenciones manifestadas por él en alguna ocasión implícita o explícitamente.

En principio, por tanto,  parece que usted no vio venir lo que iba a ocurrir, que lo desconocía por completo,  y esto tiene una gran importancia.

Françoise Hollande, ya oficialmente su ex pareja, es el actual Presidente de la República Francesa, y en la comparecencia ante la prensa, estando aún usted hospitalizada, mantuvo a raya con gran determinación los intentos de socavar su intimidad apelando a la necesaria y conveniente separación entre la vida pública y la privada. Comparto esta opinión, de larga tradición laica y republicana, pero como casi todo lo que pone norma a nuestro comportamiento como ciudadanos, tiene unos límites bien definidos, es decir, no se entiende ni debe entenderse en términos absolutos. La vida familiar es vida privada, pero no creo que disintiéramos si lo calificáramos de público el hecho de que cualquiera de los dos hubiera sometido al otro a una violencia indeseada, aunque esto hubiera ocurrido en la soledad de su dormitorio.

Pues bien, el hecho de que usted no estuviera al tanto de que su pareja le estaba siendo infiel desde hacía muchas semanas, aun siguiendo siendo un asunto privado, tiene un aspecto público que yo aprecio y es un agujero de buen tamaño en la confiabilidad del señor Hollande. No soy  su votante directo, dada mi españolidad y el hecho de no estar empadronado en Francia que quizá pudiera permitírmelo, pero dada también la capacidad de influencia que en Europa tiene el llamado eje franco alemán, me siento sin duda alguna concernido por la actuación política del Presidente francés, y creo que tengo motivos para pensar que si  ha sido capaz de engañarla, sin más calificativos, igualmente capaz será de mentir y engañar a su electorado, al pueblo francés y por extensión a mi. Aceptar esto conlleva, además, desconfianza hacia su valor para hacer frente a situaciones emocionalmente difíciles, y hacia su capacidad para tomar decisiones en el momento adecuado, los dos hechos que han quedado al descubierto.

Por todo ello, discúlpeme la pregunta, que no tiene un fin curioso o entrometido, sino puramente práctico de conocer lo mejor posible como político a quien de alguna manera su comportamiento en el ejercicio del poder también me afecta: ¿Nunca él le habló de la relación que mantenía con la actriz Julie Gayet?