Economía sí, pero primero salud

La contaminación en Madrid, como en otras grandes urbes, esta asociada principalmente al tráfico, una vez que el uso de combustibles fósiles altamente contaminantes, como el carbón y el fueloleo en las calefacciones y la industria han sido o prohibidos, o sustituidos o mejorados tecnológicamente. Es, en consecuencia, la movilidad privada, la principal causa de contaminación ambiental en las ciudades, y en especial del aire.

El número de muertes prematuras asociadas a la incidencia que esta toxicidad tiene sobre las personas más vulnerables, en asociación con otras enfermedades que atañen principalmente a los sistemas respiratorio y circulatorio, o debilidades relacionadas con la edad, es escandaloso (400.000/año). Al margen de las reservas que una cifra tan redondeada y abultada pueda despertar, lo cierto es que no hay más que salir a la calle a dar un paseo para tomar plena conciencia de la basura que respiramos.

Da igual por qué barrio se haga a efectos de tener esta percepción, aunque sin duda los hay más y menos contaminados, dependiendo de diversos factores, como la altura, el índice de edificación, la dirección predominante del viento… Hace poco decidí acudir andando a un médico situado en la confluencia de las calles Joaquín Costa y Velázquez. Para los que no conocen Madrid, estas dos vías forman parte de esos ejes arteriales que recorren la ciudad con gran intensidad circulatoria, pero ya en una zona alta y que fue periférica en tiempos pasados, y desde donde muy cerca, como consecuencia de ello,  se extiende un enorme barrio de colonias de chalés o edificios de poca altura, es decir, donde la densidad circulatoria casi desaparece en las estrechas calles, y donde los jardines y la vegetación son abundantes. Hacía buena tarde y apetecía ese largo paseo que me haría adentrarme en esas callejuelas arboladas y tranquilas, dándome ocasión de observar jardines y habitats relajados, y en ocasiones, envidiablemente sugerentes y armoniosos. ¡Pues no conseguí quitarme de la pituitaria el desagradable olor a tubo de escape, aunque me llegara mezclado con fragancias vegetales que ya asomaban por doquier, dado el calor prematuro! Me preguntaba esa tarde cuánta basura respirarían aquellos que se lanzan a correr por las calles si yo, que estaba realizando una actividad tan moderada como caminar a un ritmo normal, me sentía envenenado en cada inhalación.

Es fácil entender que las personas no quieran renunciar a hacer una vida normal, que incluya el ejercicio físico al aire libre allí donde viven, pero cuando el aire que se respira está muy contaminado, y esto es una realidad contrastada, se produce un disloque de la lógica que provoca asombro. Hacer ejercicio es saludable, pero no tanto, o nada en absoluto, si el precio es introducir en el torrente sanguíneo sustancias altamente tóxicas que más adelante pasarán factura.

Se trata, por tanto, volviendo al principio, de un problema de salud pública cuya solución colisiona con una demanda de movilidad cada vez más exigente y muy relacionada con el desarrollo de la actividad económica. Difícil dilema por la complejidad de factores que concurren, que para mi sólo puede inclinarse a favor de una solución en la que prevalezca la salud, y cuyas decisiones han de tomarse ya, precisamente porque deben respetarse los tiempos para no causar un perjuicio mayor que el que se pretende evitar. Para que las adaptaciones necesarias se produzcan sin causar ese daño, el primer paso es establecer compromisos en el calendario, de acuerdo con los imprescindibles informes técnicos. Fijar la prohibición de circular por el centro de las ciudades a los vehículos diesel en 2025, sin entrar en si esa cita puede anticiparse o debe postponerse, es un buen ejemplo. Áreas de actuación: mejora del transporte público pensando en la ciudad del futuro, con su plan realista de inversiones, lo que de manera obligada conllevará cambios en la actual estructura de transporte y suministro de mercancías, así como en la de recogida de residuos. Apuesta igualmente por la optimización de los recursos y el desarrollo de la masa verde, estudiando todas las propuestas que van en la dirección de una ciudad sostenible y saludable.

Puede que la alcaldesa de Madrid no tenga a su servicio el mejor aparato de comunicación. Como puede que no despierte las simpatías de la mayoría de los medios, pero ella y su equipo de gobierno municipal son los primeros que han demostrado tener una sincera sensibilidad por la salud medioambiental de esta ciudad, y tomado decisiones, como la restricción que de nuevo mañana (11/3/2017) se establece, que hacen prevalecer la salud sobre otros intereses, por muy legítimos que también sean.  El futuro de Madrid, como el de toda pequeña o gran ciudad, sólo debería ser sostenible y límpio, porque eso es lo mejor para todos, incluidos los que ahora se muestran contrariados y quejosos.

Policía de barrio

La experiencia del ejercicio de su puesto de las nuevas alcaldesas, Manuela Carmena y Ada Colau, cabe pensar que no está siendo todo lo satisfactoria que ellas hubieran podido esperar. Claro que nunca se sabe del todo cuales son los sentimientos que acompañan a alguien que no teniendo esa idea en su cabeza poco tiempo antes, se presenta como cabeza de lista en unas elecciones a un gran ayuntamiento, como son los de Madrid o Barcelona, y sale elegido, si es muy pragmático y logra la satisfacción obteniendo al menos el 25 % de lo adelantado en su programa, o incluso se contenta con lograr desactivar todo o buena parte de lo perjudicial, desde su punto de vista, que su antecesor haya permitido o puesto en marcha durante su gobierno.

Como en el caso de Carmena -en el de Colau no estoy tan al tanto- la oposición y los medios que le son más o menos afines, no le han dado ni el mínimo de cortesía para que tomara conocimiento pleno de los asuntos de su competencia, no es descabellado pensar que no puede estar muy contenta, independientemente de cuales sean ahora tras el aterrizaje, y aproximándose al cumplimiento del primer año de mandato,  mermados o ampliados, sus objetivos políticos.

Digo esto porque llevo alargando el plazo para publicar esta petición, que antes de que lograra el puesto ya me rondaba trasladarle por si lo conseguía, más que nada por no contribuir a cargarle con más peso del que pudiera soportar, y porque no parezca tampoco que me añado a sus críticos.

Pero ya metido en faena no haré más preámbulos: Madrid -y probablemente cualquier ciudad grande- necesita una policía municipal de barrio, o si se prefiere llamarlo así, de proximidad.

Esta es mi petición: agentes a los que se les asigne un área manejable de actuación y,  aunque haya que arbitrar medidas para evitar contaminaciones no deseadas -como quizá que  cambien de distrito periódicamente- recorran sus calles a pie a diario, cumpliendo con la función de observar, vigilar, tomar nota y actuar para ayudar al cumplimiento de las ordenanzas municipales y la ley en general.

Recorrer así las calles tiene el beneficio de lograr el conocimiento técnico y directo de la realidad que se coloca bajo su control y en muchos casos el de la actuación inmediata, evitando las ilegalidades o minimizando las demoras en su solución, y al tiempo el establecimiento de una deseada relación de confianza mutua entre los ciudadanos y las personas encargadas de su protección, al ser éstas vistas y tratadas a menudo, y en consecuencia ser bien conocidas y percibido el beneficio de su presencia. La función principal de esos agentes sería por tanto ser visibles y estar presentes para contribuir a la convivencia.

Temo que habrá quien al leer esto inmediatamente deduzca, descontextualizándolo,  que propongo un Estado policial…No es mi intención.

Parto de la idea básica de que cualquier Estado democrático se dota de leyes para ejercer esa democracia. Si están bien hechas facilitan y promueven la convivencia. Para ello deben cumplirse sin excepciones, sin privilegios, y por ello dicho Estado delega el poder recibido del pueblo en diversos cuerpos de agentes de la autoridad. Así consigue evitar justamente que cualquiera pretenda tomarse la justicia por su mano o hacer prevalecer sus intereses injustamente sobre los de los demás porque sea el más fuerte…

Claro que se puede pensar que el estadio de control  actual es suficiente, el mejor de los posibles, que una cierta cantidad de anomalía, de transgresión, de disfunción social es inevitable y sus perjuicios menores que el agobiante sentimiento de estar vigilado… Es posible, pero me cuesta quitarme de la cabeza la sospecha de que tal sentimiento parte de aquellos que intuyen o saben que su comportamiento en ocasiones es abusivo o ilegal,  que imponen sus intereses a los de los demás, y son los que abrazan vehementemente esta idea liberal y abanderan el rechazo al control.

Por otro lado, la existencia de esta policía cercana no impediría que los ciudadanos ejerciéramos nuestro derecho a proponer, reclamar o denunciar lo que consideráramos oportuno, pero sin perjuicio de ello, asignar y encargar esta función a un cuerpo especializado parece que ofrece mayor garantía de que las normas que nos hemos dado, que en definitiva son el entramado donde sustentamos nuestra convivencia,  se cumplen.

Si hacemos un repaso a la vida en una ciudad veremos que son muchas las áreas de actuación donde una presencia policial amable y constante reportaría beneficios inmediatos.

Por empezar por algún sitio, las terrazas de la hostelería, que tanto han proliferado tras la entrada en vigor de la última ley antitabaco, para que cumplan en cuanto a ventilación con lo que ésta les exige, además de ajustarse a la Ordenanza municipal correspondiente en lo relativo al urbanismo:  correcta ocupación del espacio público, protección de la vegetación en los jardines…

Abundando en el aspecto de la ocupación abusiva de las aceras, se pueden mencionar muchos más ejemplos: los setos y enredaderas que se dejan crecer hacia fuera del límite  de las

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Preciosa frondosidad que perturba el tránsito por una acera ya de por sí estrecha.

propiedades, impidiendo muchas veces el tránsito normal de los viandantes;  las obras que acotan tanto su espacio que no permiten transitar o por el contrario no señalizan o vallan correctamente, resultando peligrosas;  los vehículos de todo tipo que estacionan en ellas o infringiendo el Código,

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Camión del servicio municipal de limpieza aparcado ocupando completamente un paso de cebra.

desde los camiones de reparto hasta las motocicletas;  los cubos de basura que se dejan o no se recogen cuando deben, o todo tipo de objetos y muebles que algunos abandonan en mitad de la calle con el fin de deshacerse de ellos.

Intentamos tener un entorno físico amable para todos y eso pasa por espacios para transitar de tamaño suficiente y libres de obstáculos, teniendo en cuenta que, aunque minoría, una parte importante de la población necesita ayudarse con ruedas u otros medios para hacerlo, bien porque usa carritos de la compra, coches de niños, sillas de ruedas, andadores o bastones.

¿Y las extracciones ilegales de ventilación y aire acondicionado, que los transeúntes no sólo descubren por la presencia estética que afea la fachada de los edificios, sino porque al paso les alcanza una bocanada desagradable de frío o calor?

¿Y los ruidos?  Por un lado las entidades y empresas que disponen de megafonía, como los colegios, en los que parece que se ha puesto de moda que la usen a diario repetidas veces poniendo música para señalar las pautas de sus horarios, sobrepasando su ámbito e invadiendo el que les rodea. Por otro los vendedores ambulantes que aupados a una furgoneta, también con megafonía, dan la murga soltando una y otra vez la retahila de sus servicios. A la vez esas motocicletas, las pequeñas que pedorrean agriamente el aire porque se les ha modificado el escape silencioso original para ganar potencia y algunas enormes que igualmente trucan el suyo para que trasladen ufanas el repicar de sus grandes pistones explotando, haciéndolo retumbar…O los conductores que convierten su vehículo en una discoteca y tan extravertidamente la comparten…

Desde el punto de vista de la vigilancia, quiero pensar que la presencia de esta policía, detectaría antes alumbrado o semáforos que no funcionan, desperfectos en aceras o

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Rama rota por un vendaval nocturno veraniego.

calzadas, fugas de suministros, y haría disminuir el vandalismo en general propiciando, por ejemplo, impedir su colocación y eliminar toda la cartelería que últimamente prolifera amarrada o pegada al mobiliario urbano, como anuncios comerciales o particulares de toda índole.

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No impedirían seguramente las pintadas, por la dificultad para pillar a los autores con las manos en el aerosol, pero su limpieza sería más inmediata.

Sobre otros comportamientos no deseados, esperaría que contribuyeran a la prevención de las situaciones tensas que a veces produce el tráfico, como cualquier otra de las actitudes violentas que pueden darse en el trajín diario por las calles,  incluida la de género -ojalá-, y desde luego impidieran los de aquellos que muestran poco aprecio, sensibilidad o respeto por el bienestar de los demás,  como los que dejan las deposiciones  de sus perros donde caen, o los que no sienten vergüenza por hacer las suyas en la calle -más infrecuentes pero en ascenso- o los que montan bullicio en las puertas de los bares u organizan botellones o meriendas en el primer rincón que pillan, dejándolo todo sucio.

La plasmación de esta propuesta para llevarla a cabo con los medios personales que precisa tendría otra consecuencia positiva: exigiría generar  puestos de trabajo, bien por acceso directo o por recolocación generacional, lo cual en el momento económico que vivimos encuentro de gran interés.