Oslo

El suceso de Oslo, si se acaba confirmando, pone en primer plano, de nuevo, la realidad religiosa como fenómeno sociológico. Quizás no haya que centrarse ahora en cuestiones de gran magnitud, como la conveniencia o no de que en una sociedad moderna pervivan las creencias religiosas, como en los concretos mecanismos que alientan o desalientan a los individuos proclives al protagonismo, a utilizar argumentos y estados de ánimo que enraízan en estas creencias. Pienso ahora en las manifestaciones maximalistas de afirmación de convicciones concretas que se hacen por parte de los jerarcas religiosos, como oposición a la marea que va emergiendo en la sociedad de convicciones que se expresan en los comportamientos colectivos, que justamente ponen en tela de juicio las anteriores.