Mundial de fútbol 2018

Pues bien, este campeonato ha llegado a su final. Ha ganado Francia merecidamente; ha sido bastante regular y ha mostrado una capacidad de resolución envidiable, que para sí hubieran querido otras selecciones.

Antes de que lo dijera Infantino ya tenía la impresión, a través de los partidos que había visto, de que estaba siendo el mejor mundial que yo recordara -aunque debo advertir de que en este asunto del fútbol me tengo por bastante lego- no tanto por la organización y las instalaciones, de las que apenas me he interesado, sino por lo apretado de la competición, que ha dado enfrentamientos muy interesantes, por las cualidades mostradas por las selecciones y la correspondiente emoción que despertaban.

Y para mi hay dos conclusiones que sobresalen sobre cualquier otra: la primera que, como en algunas otras ocasiones, ha resultado que el fútbol es un deporte de equipo, que cada encuentro lo juegan once personas contra otras once, y se apoyan en muchas más para lograrlo. Así, las más renombradas figuras, que consiguen que las estrategias de los equipos en los que juegan giren en torno a sus peculiares rasgos o habilidades, aunque éstas sean más bien poco participativas, por no decir claramente individualistas o egocéntricas, han cosechado un estruendoso fiasco. Messi y Ronaldo no han conseguido -muy merecidamente- que sus selecciones lograran pasar de segunda ronda, y precisamente han sido las figuras más participativas del juego colectivo, esas que tampoco han abandonado la idea de que defender forma parte intrínseca de las reglas de este juego, como Hazard, Modric o Griezmann, los que han llegado más lejos.

Y en segundo lugar, y no menos importante, porque trasciende los límites de la actividad deportiva: ha ganado la selección más mestiza, aquella en la que el color de la piel, el origen de los ancestros, o -posiblemente- las creencias religiosas o su ausencia no han sido un impedimento para asociarse, para creer en las posibilidades del compañero, para confiar, para aprovechar la sinergia del grupo. Bélgica e Inglaterra también estaban en esa onda y seguramente eso explica lo cerca que han estado igualmente del triunfo final.

Podría decirse que Europa, la Europa mestiza, es la gran triunfadora de esta competición universal, y yo creo que este rasgo ha sido el factor definitivo en el resultado. Por eso sería muy interesante que aquellos que se ocupan de otras actividades que no son el deporte, pero atañen -incluso más- al bienestar de los ciudadanos europeos, tomaran nota, aunque sólo fuera para reflexionar.

Sigue la supremacía del Barcelona

Cuando Ronaldo ha marcado de cabeza el primer gol en un despiste de su defensor, he pensado: «Por muy madridista que seas no es justo que el Real Madrid gane este partido».

Después de haber visto toda la primera parte a un Barcelona acorralar literalmente al rival, hacerlo correr tras la pelota como si fuera un equipo de segunda división, una abrumadora parte del tiempo jugando en el terreno madridista, era de una injusticia flagrante que éste se adelantara y con ello pudiera encarrilar una victoria final…

Afortunadamente el mejor fútbol desplegado por el dueño del campo -en los dos sentidos- no ha tardado en enmendar a la arbitraria fortuna. Un exquisito control de Pedro y un remate cruzado han empezado a poner las cosas en su sitio.

Luego Iniesta, el más perseverante, el más genial, el que debería llevarse este año el premio del Balón de Oro, si no se lo gana Casillas, que también se lo lleva ganando años, con creces, ha dado un balón espléndido a Xavi, otro tipo grande donde los haya, exquisito en su juego y en su comportamiento, eficaz en los momentos más trascendentales, que no ha dejado pasar esa oportunidad para empujar otro poco a las cosas y dejarlas en su sitio.

Pero en estos partidos no son sólo las extraordinarias habilidades con el balón, que demuestran muchos de los participantes, es también la combatividad, el no dar un balón por perdido, y en esto, otra vez, creo que el Barcelona es superior. No se si tiene un plus de motivación y por qué la tiene, pero sí que da gusto verles disputar los balones divididos, que consecuentemente ganan en su mayoría, y cómo no renuncian al último esfuerzo para dar el centro preciso, para lograr franquear al defensa u obligarle a la falta. Y de nuevo Iniesta el primero de la fila,  logra el penalti de Ramos. Messi, que no le tocaba tener ese rarísimo día tonto, que aun el mejor tiene,  lo tira y lo clava, con total seguridad.

3-1, eso respondía mejor a los méritos demostrados por ambos equipos. Pero resulta que la fortuna se siente diosa caprichosa contrariada, al más puro estilo mitológico griego, y se saca de la manga de la túnica una jugada absurda, donde Valdés se cortocircuita el solo, y le regala un gol a Di María, que le permite al Madrid salir con esperanzas de poder ganar este título de la Supercopa, en el Bernabéu, por el valor doble de los tantos marcados en campo contrario, en caso de empate global.

Función de despedida

Las inauguraciones y clausuras de los Juegos Olímpicos se han convertido en el espectáculo heterogéneo de mayor audiencia mundial. Como consecuencia supone un trampolín de lanzamiento único para artistas y más cosas que se cuelan adornadas o camufladas. Al margen de cualquier valoración sobre los criterios estéticos actuales de los británicos, en la moda, la escenografía y el vestuario, la despedida me pareció ramplona tanto en la idea como en la realización. No obstante, como no soy experto en ninguna de las dos disciplinas, sino un simple espectador, puedo permitirme decirlo con toda naturalidad. Si alguien más sesudo o conocedor de los entresijos y dificultades me ilustra, estaré encantado de aprender.

Pero de lo que yo quería hacer crítica, sobre todo, es de la inclusión de Imagine de John Lennon. Al principio, cuando el coro comenzó con la primera estrofa, yo que la he disfrutado y considerado un himno, me conmoví, pero, sin dejar de disfrutar de las notas del piano y el fraseo único de Lennon, caí en la cuenta de que el mensaje de la canción es diametralmente opuesto al espíritu de la celebración y del Comité Olímpico Internacional. Lo que dice la canción y decía Lennon cuando la compuso y la cantaba, era justamente que nos imagináramos abandonando conceptos que nos diferencian artificialmente, como los países y las religiones, para unirnos en el reconocimiento de la hermandad del ser humano, en paz y armonía.

Se me ocurren varias explicaciones a la inclusión de esta canción con este mensaje, la primera que el responsable directo del guión, y quien lo ha autorizado, hayan querido colocar una carga de profundidad para abrir un boquete en el entramado inmoral de intereses en que se han convertido los Juegos Olímpicos, en particular, y las relaciones internacionales políticas y económicas, en general. La segunda es que ninguno de los responsables sepa leer y escuchar, sean unos analfabetos funcionales, y no sepan distinguir el mensaje de una canción como ésta -con afirmaciones comunistas como la renuncia a la propiedad privada- con los de una canción de amor resultona. La tercera, la que considero más probable, y consecuentemente la que me produce indignación y repulsa, es que consideren toda la propuesta de la canción de Lennon, periclitada, digeridos y regurgitados en forma de «marshmallow» todo su carácter y fuerza revolucionaria.

Nueva York en cabeza

 

La noticia que publica la resolución de las autoridades municipales neoyorquinas promoviendo la obligación de los caseros de informar de las normas particulares de cada edificio, con el fin de hacer posible que los interesados en vivir en ellos sepan a qué atenerse, respecto a la incidencia en sus vidas del humo del tabaco, es uno más de los motivos que la actualidad me proporciona para referirme a este asunto tan polémico.

Los hechos son que el olfato detecta el humo del tabaco porque son partículas materiales producidas por su combustión, que viajan de esta forma. También que las partículas que desprende la combustión del tabaco son nocivas para la salud, luego afirmar que el receptor de dichas partículas no sufre daño alguno en su salud, es ilógico.

Se podrá argumentar que no es lo mismo inhalar mucho, como en el caso del acompañante del que está fumando un cigarrillo, que casi se lo fuma a medias, especialmente en recintos cerrados y pequeños, como un coche o una habitación pequeña, que inhalar poco, cuando el que fuma lo hace a cierta distancia, en una terraza o por la calle, cuando un fumador y un no fumador se cruzan, pero el hecho es que el que no fuma detecta en su pituitaria, inequívocamente,  la presencia de dichas partículas.  Luego, sea menor o mayor esa medida, también de manera inequívoca, esa inhalación perjudica su salud.

Tiene, por lo tanto, justificación esta propuesta de ley que el alcalde de Nueva York quiere aprobar en cumplimiento de su obligación de velar todo lo que le sea posible por la salud de sus ciudadanos.

Otra cosa es que en la mentalidad colectiva, aún esté lejos de ser generalizado este sentimiento de que el humo del tabaco daña la salud, la propia y la ajena, y por consiguiente, pueda parecer chocante o alarmante. Algunos fumadores, siguen aferrándose a ejemplos vivos de fumadores longevos, para desactivar, sembrando la duda sobre un consenso entre los científicos, este sí, generalizado, de que fumar perjudica la salud. Igualmente todavía se percibe en gran número de los que no fuman una cierta indiferencia a respirar el humo de los fumadores. En mi opinión esto se debe a:

  • La inercia social. Fumar, durante el siglo pasado, disfrutó del máximo de reconocimiento social, apoyado en su reflejo en las producciones cinematográficas.  Un ramillete de sentimientos positivos variopintos se asociaba al hecho de fumar: elegancia, determinación, intelectualidad, madurez…
  • La inercia de la propia biografía. Raras han sido las personas que nunca han fumado, y seguramente ninguna que no haya tenido a alguien muy próximo en el plano afectivo, como familiares como abuelos, padres o hermanos, o ascendientes admirados como amigos, maestros, o personas públicas, que lo hacían como algo natural y, como apuntaba antes, prestigiado. Así, cuando el que es definido por las autoridades como perjudicador de la propia salud, es alguien con quien hay establecida una relación profunda de afecto o admiración, resulta especialmente difícil delimitar derechos en los  usos y costumbres.
  • La constatación y posterior resignación ante el tratamiento de otras realidades que inciden sobre la salud,  como la contaminación producida por el consumo de los combustibles fósiles que alimentan el transporte, cuya preocupación por parte de las autoridades sanitarias, no se percibe igualmente vehemente y radical, lo cual introduce una sensación de relativismo, de indudable lógica. La coherencia en la comunicación y en los hechos es imprescindible.

Hay, pues, mucho camino aún por recorrer hasta que fumar sea percibido de manera unánime, como lo que principalmente es, una adicción muy peligrosa para la salud de las personas, en especial de los fumadores, que contribuye de manera relevante a elevar los costes sanitarios, a la vez que disminuye la productividad económica, pero muy rentable para las empresas que producen el tabaco.

El Real Madrid y Mourinho

Algunas conclusiones tras el encuentro:

El Barcelona del 2011 es un equipo, y juega mejor al fútbol que el Real Madrid, que es un aglomerado de figuras, aunque no tenga tanta pegada o alcance a brillar, quizás, como lo hizo cuando lo ganó todo.

Messi es el mejor jugador del mundo, porque su habilidad para regatear y definir frente a la portería rival no tiene parangón, pero también porque le acompaña el coraje y la inteligencia. Cristiano Ronaldo no me parece siquiera comparable, o dicho de otra forma, la comparación que se hace por la prensa entre los dos es completamente artificial. Messi le gana en todo menos en centímetros de altura.

Pep Guardiola puede ser zumbón, e incluso sarcástico, pero tiene más clase que Mourinho y es más inteligente para manejar las emociones. Como madridista envidio su manera de estar y creo que encarna muy bien lo que me gustaría encontrar como portavoz de mi equipo de fútbol: deportividad y elegancia.

La falta de clase de los actuales dirigentes madridistas emerge de las profundidades superando el manto propagandístico, y como en este caso, de manera emblemática lo hace en forma de entrenador. Pensar que el madridismo sólo quiere títulos, y para conseguirlo no importa renunciar a realizar un fútbol virtuoso y espectacular, es tomar una parte por el todo y primar el negocio sobre el deporte.

No me parece descartable que la realidad de la UEFA y la FIFA, sea una pura corrupción, pero es estúpido mencionarlo siendo el entrenador de un equipo que acaba de perder un partido. Si hay indicios serios, más allá de conclusiones aventuradas y en caliente, denúnciese en frío y con pruebas ante las instancias capaces de corregir el problema. Lo demás es intentar intoxicar a la opinión pública.

El sistema de arbitraje, en el mundo tecnologizado que vivimos, donde todos los partidos de las divisiones superiores se graban, es arcaico y perjudica de manera grave el espectáculo y el propio deporte. Rechazar hacer reformas en el reglamento para adaptarlo a las posibilidades que ofrece la tecnología para discernir lo que realmente ocurre en el campo es apostar porque el fútbol sea un circo y no un deporte de competición, con las consecuencias perturbadoras de que se fomenta un elenco interminable de conductas tramposas o detestables,  al no recibir sanción alguna, como el plantillazo en el pecho de la final del campeonato mundial.

Final de la Copa del Rey 2010/11

Final de Copa I

Toda la expectación, toda la paciente espera desde que ambos equipos accedieron a la final eliminando a sus respectivos rivales, todas las calles vacías en las ciudades, toda la respiración contenida, por fin ha culminado en la taumaturgia del discurrir azaroso de un partido de fútbol repleto de las acciones trepidantes en el campo, de las jugadas imposibles, de los fallos y los aciertos increíbles, de las depuradas estrategias de dos hombres cuyas semejanzas son mínimas, quizás sólo una edad parecida y un pasado profesional como futbolistas, porque en lo demás se manifiestan y seguramente son muy diferentes.

Guardiola, el entrenador del Barcelona, ha mostrado, una vez más, que es una persona que vive con una gran intensidad su trabajo porque lo siente, le nace de dentro el amor a su club y probablemente lo proyecta mucho más allá por lo que éste representa de punta de lanza del catalanismo, y es consciente del honor que disfruta dirigiendo al primer equipo, todo lo cual lo procura llevar controlado hasta el detalle, contenido en un alarde de “seny”, de educación refinada. A pesar de su sobriedad exquisita, se puede apreciar en algún gesto brotado esporádicamente su íntimo sufrimiento por un mal resultado o su vibrante alegría cuando el triunfo se logra.

Su antagonista de esta noche, Mourinho, es, en cambio, extravertido, con comentarios generalmente desfachatados, que las más de las veces parecen encaminados a escandalizar o despistar a los destinatarios, pero, sobre todo, muestra una frialdad hacia los colores, hacia los sentimientos que conforman el club donde ahora trabaja, que le colocan en las antípodas sentimentales de Guardiola.

En la rueda de prensa, Guardiola, fiel a si mismo y al papel de sumo embajador del barcelonismo ha reiterado su felicitación al Real Madrid por haber ganado y ha dado la cara, de manera sobria y elegante, haciendo, sin duda, de tripas corazón.

En cambio, Mourinho, ha afrontado las preguntas, no sólo sin ningún interés, sino mostrando la más absoluta indiferencia íntima ante el triunfo del club, seguramente porque siente como una injusticia que no se celebre en primer lugar su propio triunfo como sagaz entrenador que ha sabido plantarle cara estratégica al reconocido como mejor equipo del mundo. Esto explicaría su cara de disgusto, su desprecio ante el disfrute del momento mostrado en forma gestos de tedio y frases analíticas frías sobre el desarrollo del partido.

El juego

El primer tiempo el Real Madrid ha secado al Barcelona. Los azulgrana no han conseguido una sola ocasión de peligro mientras los blancos han dispuesto de varias, la última de las cuales, un minuto antes del descanso merecía haber entrado en lugar de rebotar el remate de cabeza de Pepe en un travesaño y tras pasearse por todo el hueco de la portería perderse la ocasión. La segunda parte, en cambio, el Madrid no ha sabido o no ha podido mantener la presión desmanteladora sobre el juego organizado y elaborado del Barcelona, y éste ha dispuesto de varias ocasiones, al menos tres de las cuales ha tenido que ser Casillas, en paradas o desvíos con las puntas de los dedos de los guantes, el que interviniera para evitar los goles. Los madridistas ya no robaban balones y casi eran incapaces de hilar una jugada, fallaban continuamente los pases y perseveraban en lanzar balones largos que rara vez conseguían jugar. En estas circunstancias el gol del Barcelona estaba al caer, pero casi llegando al final del tiempo reglamentado, el Real Madrid logró un disparo que permitió al portero Pinto lucirse y librar a su equipo de haber perdido la final en el último minuto.

El desenlace

La prórroga comenzó con otro tono, más igualado porque el cansancio ya hacía mella en los dos equipos, y de pronto, un jugada brillante iniciada por Marcelo por la izquierda, ya en campo del Barcelona, es seguida por Di María, que en la banda le devuelve el balón, el cual Marcelo a su vez le devuelve en una diagonal bellísima al hueco  libre del lateral del área grande y al primer toque, cuyo reto Di María acepta iniciando una carrera que parecía imposible para alcanzar ese balón, pero cuando lo alcanza, lo hace para golpearlo también de primeras,  con la pierna izquierda en un retorcimiento típico de extremo, consiguiendo un centro preciso y templado al borde derecho del área pequeña, allí donde los centros suelen convertirse en gol, y allí, después de haber pifiado reiteradas ocasiones durante el encuentro, Ronaldo, superando majestuoso a su defensor por evergadura y decisión,  conecta un cabezazo, ligeramente escorado al palo contrario, que Pinto no acierta, esta vez, a detener o desviar. La suerte estaba echada.

Barcelona versus Real Madrid en la Liga del 2010/11

 
¿Qué pasó anoche? La expectación casi como siempre, capaz de dejar vacías las calles y los restaurantes, los cines y las salas de fiesta, y llenos los bares con televisión de pago y los salones de las casas, pero el desenlace inesperado. Se suele decir que en el fútbol el resultado del juego es incierto y que eso lo distingue de otros deportes y lo magnifica respecto de ellos, pero siempre me ha parecido un argumento inconsistente. En ese aspecto el baloncesto es mucho más impactante donde casi en cada partido el ganador se resuelve literalmente en el último segundo. Quizás los jugadores del Real Madrid estaban impresionados por haber sido recibidos a pedradas, tan acostumbrados a ser mimados como ídolos. No es raro pensar que eso pudo haber influido en su ánimo, habiendo introducido dudas sobre su valía. No sabemos de qué manera les alecciona su entrenador pero si juzgamos por las manifestaciones que hace habría que deducir, más bien, que les insufla confianza en su poderío y habilidades…Fuera así, que Mourinho les disipara las dudas, o que no considerara necesario hacerlo, lo cierto es que salieron al campo con menos empuje y compromiso que sus rivales. Puede también que la bronca del graderío los impresionara, particularmente a los nuevos procedentes de países menos efusivos en sus manifestaciones o con estadios más pequeños.
Los dos equipos estaban tensos al comienzo, aunque el Barcelona, desde el principio buscó la portería de Casillas, y se mostró más enchufado, más confiado en sus posibilidades, quizás también condicionado por el miedo a repetir pasadas experiencias con equipos dirigidos por Mourinho. Parece que hubieran tenido la idea fija en la cabeza de que había que ganar el partido en los primeros veinte minutos. Presionaban sin descanso e interceptaban bien los pases dubitativos del Madrid; rara vez un balón suelto no acababa en sus botas y así, en un rechace, en el minuto 10, el genial Xavi Hernández se encontró frente a Casillas con uno que le venía desde la espalda casi vertical y, pensándolo, o sin pensárselo, le aplicó una contenida parábola elevándolo lo justo por encima de su compañero en la selección para conseguir el primer gol. Hay que decir para ser justos, que enfrente no tuvo al cien por cien de Casillas, ya que aproximadamente su cincuenta por ciento estaba protestando un hipotético fuera de juego. Esto acentuó más la sensación de los madridistas de no haber logrado entrar en el partido. El segundo gol llegó ocho minutos después tras una jugada en la que Villa supera a Ramos, su marcador, su compañero en la selección, al borde de la línea de fondo, lanzando el balón con un fuerte pase al área chica, que Casillas rechaza sin acertar a agarrarlo, yendo a caer en la trayectoria de Pedro, que entraba atento a lo que pudiera pescar y remató impecable e implacable. El Madrid estaba definitivamente fuera de un partido en el que nunca había logrado entrar.
Puede que a ello de igual manera contribuyera que los veteranos del Madrid estuvieran también atenazados por el síndrome victimista alimentado por la propaganda de su entrenador respecto a la arbitrariedad casera del árbitro, concentrados más en encontrar favoritismos que la línea mágica de un pase medio  gol. La realidad es que el Barcelona cada vez crecía más, se encontraba más confiado y actuaba coordinado, y el Madrid apenas funcionaba como un equipo. Sus líneas no enlazaban bien fallando pase tras pase, dejando jugadores aislados. Transmitían tan poca confianza que el propio Mourinho, su entrenador, apostó en el descanso por minimizar la derrota en esos términos –supongo que pensando en el valor del promedio en el futuro- cambiando a Ozil, creador de juego en la delantera, por Lass, recuperador de balones en la media zaga, y no acertó. Con ello estaba condenando a sus jugadores a una agonía cruel, convirtiéndolos en títeres desmadejados, incrédulos y heridos en su orgullo al verse obligados a perseguir balones de manera infructuosa, lo que hizo que muchos seguidores madridistas abandonasen su interés por ver el partido en sucesivas oleadas tras cada nuevo gol, hasta cinco, ya en el descuento. Sólo los jugadores no podían marcharse, condenados a agotar el tiempo de sufrimiento, y tuvieron que aguantar el chaparrón, propiciándose la emergencia de la frustración y la rabia. No hubo más roces porque entre buena parte de los jugadores de los dos equipos había una ligazón poderosa, como es la amistad y el respeto construidos al vivir momentos intensos de gloria compartida en las competiciones como miembros de la selección nacional.
​En mi opinión, Mourinho, que ha demostrado algunas cosas en su trayectoria profesional ha mostrado en este lance no haber comprendido el incremento de motivación que supone la identificación catalanista. En el minuto noventa, con cuatro goles a cero, tres jugadores estaban encerrando a Ronaldo en una esquina para impedirle la progresión o el pase. Eso es motivación. Sin entrar en la justificación lógica de la motivación localista, lo cierto es que en el Barcelona existe como en ningún otro ejemplo en la liga española. Por algo sus partidarios dicen que es más que un club. Si a la conciencia habitual de siempre, le añadimos la sensibilización política de los últimos tiempos, generada por toda la trayectoria del Estatuto y la coincidencia de las recientes elecciones, obtenemos un resultado de una gran carga emocional. El Real Madrid no es el Inter. El Real Madrid, equivocadamente o no, sigue siendo en el imaginario culé, la representación emblemática del centralismo prepotente. Si con otros entrenadores ajenos o tibios a estas razones, como los holandeses, de este sentimiento, esta motivación extra podía no fomentarse, con Guardiola en el banquillo ocurre lo contrario, sin olvidar el factor coadyuvante de que la mayoría de los jugadores con peso específico en el equipo proceden del caldo de cultivo de la Masía, incluido el argentino Messi. Da la sensación de que el entrenador del Real Madrid se ha ensimismado en sus estrategias perturbadoras y con ello ha facilitado el trabajo del contrario, que en el asunto de enfrentarse al Real Madrid no hay nada que les despiste. También da la sensación de que preocupado por engatusar al contrario ha dejado de concentrarse en su propia preparación, a la vista de la ausencia total de recursos mostrados para desactivar o compensar la superioridad abrumadora que demostró su rival desde el comienzo. Si verdaderamente es listo se habrá dado cuenta ya de que el madridismo, y muy probablemente sus propios jugadores,  no le van a perdonar este ridículo y bochornoso sufrimiento. Con lo cual, a los que nunca le han aceptado por no identificarle con los supuestos valores del madridismo de caballerosidad, deportividad y excelencia en el juego, esos que Pujol y Xavi precisamente han encarnado en su actuación de anoche y en las declaraciones posteriores, comprendiendo y reconociendo a sus rivales, se les unirán los que se conformaban con los buenos resultados y durará de blanco sólo esta temporada. Incluso ganando la Liga o la Copa de Europa. No sería el primer entrenador triunfador del Real Madrid cesado recién terminada la temporada. Sólo una derrota tan apabullante y bochornosa como la sufrida, infligida al rival en su visita al Bernabéu, posiblemente cambiara este sino, pero, entonces, el Real Madrid debería cambiar de himno o de nombre.
 

Querida bicicleta

Resulta tan simpática la bicicleta que cuesta decir algo que
la empañe, pero más vale ahora, que es minoritaria y casi está relegada a
fanáticos que la adoran y la consideran  buena parte de la solución de todos nuestros
males ecológicos.

Sin duda es un puntazo, y merece la pena hacer días destinados a fomentar su uso en semanas de concienciación sobre la contaminación por gases procedentes del empleo de combustibles fósiles y las consecuencias que ello tiene en el efecto invernadero y el cambio climático, pero ello no puede dar carta blanca o patente de corso a los ciclistas. Convengo que hay que desalojar a los coches de las calzadas, pero no a los caminantes de las aceras. Si la bici tiene que prevalecer, que sea sobre los vehículos de cuatro ruedas, no sobre las personas que desean ocupar las aceras paseando cuando el aire se pueda volver a
respirar. No quiero que ocurra lo que he visto en Berlín, aunque no tanto en Amsterdam y nada en Copenhague, donde los berlineses ciclistas montan por cualquier sitio, no sólo por los carriles habilitados para ellos, y pasan zigzagueando entre los viandantes, a velocidades superiores a lo que resultaría razonable para asegurarse de que no dañaran a los que van andando, si se produce el despiste de unos u otros, o simplemente la casualidad los junta.

Los que caminamos por las aceras vamos pensando que estamos seguros, que podemos pararnos en un escaparate, volvernos a mirar cualquier cosa o acontecimiento que llame nuestra atención, seguir el camino errático de nuestro perro, o ensimismarnos en el paseo escuchando con unos auriculares la radio o nuestra música preferida, pero no estamos
pendientes de mirar por un retrovisor inexistente para evitar ser atropellados por una
bicicleta,  ni creo que se nos deba pedir eso. Ya bastante sería pedirnos que tengamos en cuenta los carriles bici, como ahora tenemos en cuenta las calzadas, antes de cruzarlas.

Algunos somos conductores de automóviles, otros somos también ciclistas, pero todos somos caminantes. Esta mayoría debe verse reflejada en el espacio que la ciudad
destina a esta forma de desplazamiento, el caminar, pero sin sobresaltos.
Bicicletas por la calzada o por sus carriles, pero por las aceras, desmontadas,
por favor, o como mínimo, cumpliendo los mismos parámetros que caracterizan a los que caminan: misma velocidad, cuando se cruzan o se ponen a nuestra altura, misma cortesía y urbanidad.

La misma razón que esgrimen algunos ciclistas para no frecuentar las
calzadas esgrimimos los caminantes para sentir su amenaza: son más fuertes y
van mucho más rápido. El encuentro entre ambos siempre daña al más débil. Esto no se puede despreciar ni olvidar.

El sentimiento nacionalista

El momento que estamos viviendo en torno a la oportunidad de que una selección de deportistas profesionales, jugadores de fútbol, alcance un título de campeona de Europa, de esta Europa geográficamente ampliada que incorpora a países como Rusia y Turquía, me da pie a la siguiente reflexión, aplicable a otras ocasiones en las que un combinado español en otras disciplinas deportivas, como el baloncesto o el waterpolo consigue similares logros, pero especialmente significativo ahora por la capacidad del fútbol de llegar al interés de un mayor número de personas, de movilizar conciencias.

                Esta selección está compuesta prácticamente por jugadores originarios de toda la geografía nacional. Por poner los ejemplos que me vienen a la cabeza, Villa, asturiano, Silva, canario, Iniesta manchego, Alonso, vasco, Marchena, Ramos y Güiza, andaluces, Fábregas, Hernández, Pujol y Capdevila, catalanes, Torres, Casillas y de la Red, madrileños…Como no me sé de todos su origen, no puedo decir que falten en la lista de terruños Extremadura, Galicia, Cantabria, La Rioja, Navarra, Aragón, Castilla-León, Murcia, Baleares, Ceuta o Melilla, en cualquier caso si alguna faltara de manera directa, apuesto a que no estaría ausente si extendemos el origen a todos los que concurren en el proyecto, eso que se suele llamar el cuerpo técnico y los auxiliares, y aún menos si subimos el escalafón originario a los ancestros respectivos. Incluso hay puesta la guinda de la inmigración enriquecedora y necesaria en la encarnación de Senna. Inequívocamente es, pues, un proyecto en el que se juntan el esfuerzo y el saber, de un grupo de muy extensa heterogeneidad, donde esta circunstancia no supone una desventaja sino todo lo contrario, son los mejores, los más capaces de poder contribuir al mismo.

                La correlación con el proyecto que supone el progreso de una nación salta a la vista y con ello debería hacerlo a la conciencia, en especial a la de los que todavía promueven sentimientos nacionales. Esta nación que llamamos España, lleva funcionando así de derecho desde la boda de los Reyes Católicos en el siglo XV, y de hecho yo diría que al menos desde siete siglos antes. Ahora el proyecto que nos hace trabajar juntos es conseguir una Eurocopa, entonces era tener una tierra donde vivir y prosperar que había sido tomada por otros pueblos vecinos con idénticos fines. En este devenir jurídico de consolidación de naciones sobre un territorio hay que decirle a quien no lo sepa y recordar a quien lo haya olvidado, que nos adelantamos más de cuatro siglos a países que hoy aparecen tan emblemáticos como Alemania o Italia, que empezaron a llamarse de una sola forma y a actuar de manera conjunta a finales del siglo XIX. En definitiva, España es capaz de competir hasta alcanzar el nivel más alto porque aprovecha todas sus posibilidades. Somos mejores juntos que por separado, en esto  y en cualquier otro objetivo que nos planteemos.

                No obstante, tengo la impresión de que tales consolidaciones nacionales han dejado de tener sentido de la Historia, que se han quedado anacrónicas, que, sobre todo, los logros científicos y tecnológicos, en definitiva el conocimiento, las han dejado con el paso cambiado y que, por consiguiente, ahora el impulso colectivo debe marcarse otros pautas para alcanzar el progreso, el bienestar, la felicidad, encaminándose a profundizar a la vez, y sin que ello sea una contradicción, en el marco que supone ser humano, sin etiquetas diferenciadoras, las llamemos naciones u otra cosa, y en la libertad y desarrollo individual, lo cual nos sitúa ante la paradoja de que una competición construida sobre un soporte de exaltación y cultivo de sentimientos nacionales, nos muestre el camino para que dichos sentimientos se diluyan hasta encontrar la base real.

                El deseable proceso de desarticulación nacional en el que ya está embarcada Europa será lento porque debemos salvar primero la tremenda distancia en el desarrollo que nos separa a unos de otros, a nosotros de los que nos rodean. Tenemos que hacer primero un descomunal esfuerzo de sincronización que llevará tiempo, pero el objetivo por ello no debe perderse de vista, la integración en un mínimo común denominador de valores universales en un ámbito libre de prosperidad sin renunciar ni un ápice, porque sería suicida, a la riqueza de la variedad.  

Fin de semana motorizado

Es magnífico que Pedrosa logre imponer su serenidad y habilidad ante tanto jovencito de sangre caliente que anega sus miradas. Es lamentable que Sete, que ha demostrado con grandes dosis de trabajo y  constancia su capacidad para ser campeón del mundo de la categoría reina del motociclismo, haya  tenido que coincidir en el tiempo con un piloto excepcional que impide una auténtica rivalidad. Crivillé tuvo más suerte.

¿Lo de Alonso ha sido mala suerte como él ha dicho o un ápice de exceso de confianza propiciada por su arrollador comienzo de temporada?