He estado al tanto a ratos de la escenificación en dos actos de la investidura como presidente de Pedro Sánchez, tras el acuerdo alcanzado con Esquerra Republicana de Catalunya para que lo permitiera. Y mi impresión es difícil que sea más desalentadora. Perplejidad por como se ha llegado hasta aquí y poca esperanza en el futuro, fruto de una honda incertidumbre.
Me resulta muy complicado imaginar qué va a lograr realmente en beneficio del conjunto de los ciudadanos el Gobierno que inmediatamente se forme. Se nos promete colaboración y franqueza entre los dos socios que van a componer la coalición, pero eso sería más creíble si no tuviéramos la constancia de que las dos personas que lideran sus partidos tienen una pobre opinión el uno del otro. Sentimientos que en mayor o menor medida comparten las cúpulas dirigentes que los rodean. ¿Debemos pensar que esto ha cambiado en las últimas semanas porque han descubierto nuevas facetas y cualidades respectivas que antes desconocían, o más verosímilmente que ante el abismo de no lograr ninguno sus objetivos personales y políticos, han alcanzado la razón práctica y convenido una alianza estratégica? Algo así como «vamos primero a lograr subirnos al tren, que muy improbablemente volverá a pasar, y luego en marcha ya veremos quien sale arrojado por una ventana o es depositado en forma de cadáver político en alguna estación». No ayuda a disipar esta impresión haber tenido constancia infinidad de veces de que ambos son capaces de mentir con soltura, y parece que sin remordimiento, si la situación lo exige. ¿Cuándo no mienten? Y sobre todo: ¿A qué se han comprometido que no puedan hacer público? ¿Qué diferencia hay entre lo que expresaban en campaña y por lo que se les votó y lo que ahora quieren intentar? ¿En definitiva, respetan la palabra que le dieron a los electores cuando solicitaban su voto, o creen que el hecho de haber sido elegidos les da carta blanca, les legitima para hacer y deshacer según lo necesiten? Son las preguntas que de manera muy desazonadora quedan flotando en la conciencia del receptor al escucharlos, incluso cuando desgranan medidas sociales de su programa cuyo espíritu puede compartirse, como es mi caso.
Si, además, repaso la lista de socios que los han subido al tren no noto ningún consuelo. Pienso en Esquerra, que fue quien en la penúltima legislatura no le permitió a Sánchez continuar con su experimento de Gobierno al no apoyar sus Presupuestos Generales, tras el éxito de la moción de censura…Es decir, el actor que ha desencadenado todos estos meses de incertidumbre y parálisis política. Eso sin que tenga en cuenta la sinceridad de la Sra. Bassa en la sesión de esta mañana sobre su compromiso con el interés del país.
Tampoco si pienso en el PNV, que no deja de ser un partido nacionalista vasco y que, con la misma franqueza que mantiene este rasgo en su nombre, sin duda con mayor inteligencia y sutileza que otros, suele negociar muy provechosamente el precio de sus apoyos al Gobierno. Como soy de los que piensa que no es posible servir a dos intereses a la vez, planteado en esos términos de lo tuyo y lo mío, intuyo que lo que obtengan para los que viven en el País Vasco será a costa del resto de los españoles, o como mínimo en detrimento de la igualdad de los mismos que proclamamos en la Constitución. Me encantaría equivocarme.
Me infunde preocupación, por tanto, pensar que el arma de no apoyar la aprobación de los Presupuestos Generales vuelva a ser usada interesadamente, si alguna exigencia «política» de las expresadas por Esquerra y el resto de los socios de los 167 votos -que parece lógico suponer que se han acordado y están reflejadas en algún sitio, aunque sospechosamente no se hayan hecho públicas- no se cumple a su satisfacción, y volvamos entonces de nuevo a la convocatoria de elecciones, la interinidad, el tiempo perdido y el empantanamiento.
Lo positivo que aprecio, si esto ocurriera, es que el panorama en la izquierda que va a gobernar y compite por un buen trozo del mismo espacio electoral, seguramente quedará un poco más despejado…Claro que todo, como es sabido, es susceptible de empeorar y este proyecto compartido y la no descartable lucha entre los dos líderes alfa puede no obtener apenas resultados, o algunos no deseados, lo que supondría dejar a la grey desatendida, y encontrársela mermada cuando se la vuelva a prestar atención, lo que auguraría a los dos partidos una larga etapa de irrelevancia. Y es que nadie parece tener en cuenta las barbas del vecino.
Lo que expones es así y ocurre que las izquierdas no asumimos que los programas electorales no se cumplen en su totalidad y el PP engañó a sus electores y los incumplió explicando que ello era «necesario». Quiero ser una vez más ingenua y pensar que Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, más allá de su ambición personal tienen voluntad de trabajar. El problema catalán, aún sabiendo cómo se ha fraguado y las pretensiones de los independentistas, debe asumirse como tal y dialogar para tender algún puente aún sabiendo que nada es gratuito en política. El futuro…¿Qué sabemos? Mi ideal en la transición era Suecia…😊 y ya ves el futuro es éste😉
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