Cuando todo parece inminente. Cuando vuelve el fresco a las mañanas y las tardes, empujado por el viento. Cuando las calles vacías de ciudades fantasma, como Madrid, ya presagian el retorno de los escolares y los atascos, De Guindos culmina una partitura cuya lectura suena bien, a falta de descubrir los detalles cuando la ejecute la orquesta. El lobo ajustando las alambradas para impedir a los colegas deslizarse en el corral a placer. Aunque parece que el cánido ha sido arrastrado a la colaboración por el pastor.
Es una contradicción más en un mundo donde cada vez es más difícil sorprenderse por las mismas, dado el número tan frecuente que hay, que le toque a un gobierno conservador ultraliberal quitarle autonomía o enbridar a la banca. Pero a ello le abocó el anterior, que no supo o no quiso hacerlo.
Mientras, España no pierde liderazgo en el mundo, no sólo porque anticipa lo que parece ser una próxima legislación comunitaria, sino porque Romney calca la estrategia de Rajoy -nótese también la alambicada similitud de ambos apellidos o la total de sus iniciales- para lograr su objetivo de tomar posesión en enero de la Casa Blanca, mostrándose como tranquilo buen gestor, soportando al ala más radical e ideologizada de su partido, y sentándose a ver pasar el fracaso de su rival.
Tampoco lo abandonamos en otros aspectos que no son el deporte -mi enhorabuena al Atlético supercampeón, especialista en bajar humos- como el tener ya el porcentaje de IVA sobre la cultura y el ocio más alto que nadie de la zona euro.
Para compensar tanta negrura en este comienzo de septiembre, o tanto liderazgo estéril, hay algunos que emprenden caminos que pueden marcar tendencia en el esfuerzo por recuperar el bienestar y la solvencia, no cada uno por su cuenta, sino como los mosqueteros, todos a una.