La idea le golpeó como un puño en el esternón. Estaba a punto de llegar a casa, y podría comprobarlo entrando con el ordenador en sus cuentas del banco. Intentó relajarse respirando hondo. Cuando pagaba al taxista, con el que apenas había cruzado palabra más allá del saludo inicial, la dirección de su casa y por donde quería ser llevado, pensó que no podía abrir el ordenador en ese momento porque, sin duda, despertaría del todo a Paula. Lo haría con el teléfono antes de entrar…Pero no, allí tampoco porque ella, si había oído el taxi en la puerta -inconvenientes de vivir en un chalecito en una calle estrecha- esperaría oírle entrar para relajarse del todo y sumirse profundamente en el sueño. Paula siempre esperaba a saberle en casa para tranquilizarse.
Abrió la puerta del jardín pensando si debía ducharse antes de meterse en la cama porque el olor a un perfume almizclado que no le abandonaba podía resultar muy incómodo de explicar, pero no menos una ducha que nunca tomaba cuando volvía tarde.
Subió las escaleras, y desde la puerta del dormitorio la saludó susurrando cuando notó que ella ya le había oído y cambiaba de postura en la cama, pasando sin desvestirse al baño. Inmediatamente se conectó con el teléfono a Internet y buscó los saldos de las tarjetas….-¡Nada, no había cargos desconocidos!- Por un lado sintió un gran alivio, pero acto seguido notó el retorno de la inquietud por lo ilógico de lo sucedido.
Resolvió el asunto del olor restregándose bien con la esponja hasta que lo creyó desaparecido suplantado por su propio jabón, y luego secándose con la toalla del baño, pero según lo estaba haciendo notaba que lo que verdaderamente deseaba era haberlo mantenido indefinidamente con él, porque cada vez que lo percibía, al acercarse la nariz a los hombros, o tras un gesto que moviera el aire, le producía una evocación sumamente placentera y conmovedora.
No podía despegarse a aquella mujer de la cabeza. Era una mezcla confusa de sentimientos. Se sentía muy atraído por ella, enganchado a sus gestos, que había podido ir descubriendo uno a uno durante la conversación en el bar del hotel, a la sonrisa un poco ensimismada de sus ojos, al tono grave de su voz, al tacto de sus brazos en el ascensor, al de sus muslos cuando se deslizó en la cama sobre él y le abrazó, y deseaba firmemente volver a verla pero, a la vez, cualquier pensamiento que esbozara sobre el futuro que la tuviera como protagonista le infundía temor y desconfianza.
No logró dormir. Las horas que ya había dormido en el hotel y el intento de digerir todo lo que había pasado se lo hizo imposible. Cuando sonó el despertador a las seis y media, como siempre, y Paula se levantó, al contrario de lo que le ocurría cada vez que salía con la panda de la música, que le costaba mucho despertar tras haber dormido muy pocas horas, se levantó tras ella e incluso le tomó la delantera en el baño aprovechando que bajaba a la cocina a poner la cafetera. Necesitaba una ducha, como si la ducha ejerciera una función de borrón y cuenta nueva, porque no había olvidado que le esperaba un largo día que culminaba a las cinco de la tarde con la visita de un matrimonio de libreros de Salamanca.
Era una visita programada hacía pocos días, cuando ellos, que conocían su fondo editorial a través de su sede en Internet, y tras haber solventado de manera fluida, mediante el correo electrónico, los pormenores comerciales de la operación, se habían mostrado muy interesados en conocerse en persona, aprovechando que venían a Madrid por otras cuestiones de índole personal. La mayor parte del contacto se había producido con él, que traslucía ser una persona sería, de trato educado y formal.
Egoista y egocéntrico ( 🙂 ) personaje ¡ntch!
🙂
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