Convocatoria de la Asociación de la Prensa de Madrid en el Día Mundial de la Libertad de Prensa

Algo tiene que estar pasando cuando la Asociación de la Prensa madrileña convoca un acto en la calle donde se reivindica y se exige respeto a la libertad de prensa, más allá de sumarse al día mundial.

Soy un ciudadano cuya relación profesional con la prensa ocurrió hace tanto tiempo que casi lo he olvidado, pero tengo amigos y familiares periodistas. En consecuencia, no estoy al tanto, de manera directa, de lo que afecta a la profesión, y cuando me llegó, a través de Twitter, la convocatoria, me propuse acudir para hacerme una mejor idea.

Impresiones ya tenía. No habían quedado en el saco roto de mi memoria las protestas de los medios contra los partidos, durante las campañas electorales, por verse obligados a emitir material ya confeccionado por los departamentos de comunicación de los mismos. Como tampoco  las que tuvieron lugar a raíz de episodios concretos de ruedas de prensa que se convocaban como tales y resultaban conferencias sin preguntas.

Tampoco me había pasado desapercibido el imparable desmantelamiento de la pluralidad informativa al ir desapareciendo cabeceras y canales que, en mi opinión,  reflejaban a su vez la pluralidad sociológica y política española.

Aunque yo no tengo los datos para pensarlo y, por consiguiente, no puedo decir que esto último se deba a la acción política, sino que, se me hace más plausible pensar que se debe simple y fundamentalmente a la acción económica que se deriva de las transformaciones que se han producido y siguen produciéndose en los hábitos de los ciudadanos consumidores de información, además del descenso de la propia actividad económica que trastoca crecimiento por recesión, lo que sí me resulta evidente es que los poderes políticos, conscientes de la importancia de la opinión pública,  prefieren emitir ellos la información, convirtiendo al periodista en mero propagador, en mecánica correa de transmisión. Como bien decía Carmen del Riego, actual presidenta de la Asociación madrileña, en la breve alocución que ha realizado, sin la independencia y la libertad para que, desde su criterio profesional, el periodista pueda realizar su labor, no se alcanza una sociedad libre y democrática. Se tiene libertad en la medida en que se está bien informado, y se está bien informado en la medida en que los profesionales que recogen, procesan y publican esa información son libres, preservados de condicionamientos políticos o económicos.

Bajo el puente que sobre la avenida de la Castellana, en Madrid, une la calle de Eduardo Dato con la de Juan Bravo, del que cuelga la sirena varada de Chillida, se han reunido, esta mañana a las doce,  con un tiempo fresco, con las nubes tapando el sol y acumulando lluvia, unas 200 personas para reivindicar eso. La mayoría periodistas. Apenas los ciudadanos nos hemos sumado a esta convocatoria, como si no nos fuera algo en ello. Algunos muy conocidos, como Iñaqui Gabilondo, Anabel Díez, Joaquín Estefanía, o Miguel Ángel Aguilar, y otros muchos cuyas caras no reconocemos, pero ocupan las redacciones y sin su concurso la información no nos llegaría. También había jóvenes, algunos de los que se podía deducir su reciente salida de las facultades de periodismo, o la experiencia incipiente haciendo “canutazos”, porque hoy los periodistas consagrados eran la noticia, eran los entrevistados, fotografiados y filmados por sus colegas más jóvenes.

Algo más de veinte minutos después de las doce el acto había concluido. Carmen del Riego cerraba con aplausos de los presentes el acto, agradeciéndonos a los que nos habíamos acercado a acompañarla nuestra presencia, no sin dejar traslucir su preocupación por los pocos que estábamos, pensando, quizá, en quienes no han podido superar el aturdimiento tras todos los golpes recibidos.

http://sociedad.elpais.com/sociedad/2012/05/03/actualidad/1336039211_850817.html

http://www.elmundo.es/elmundo/2012/05/03/comunicacion/1336041976.html

http://www.abc.es/20120503/medios-redes/abci-miles-periodistas-claman-contra-201205031432.html

 

Conductas indeseables en el diálogo social en España

Nos contentamos porque ya no nos matamos pero no es suficiente. No hace tanto que en España hubo una guerra civil -aún viven algunos de los que la vivieron e incluso la protagonizaron- donde entre otros asuntos que se colaron, como los personales ajustes de cuentas, principalmente se confrontaron, de la manera más extrema, mediante la búsqueda del objetivo de la aniquilación del contrario, ideas sobre lo que cada uno entendía que debía ser el mundo. Se dilucidaba, pues, el futuro, porque dichas ideas estaban cargadas de gran trascendencia. El resultado ya lo conocemos: cientos de miles de muertos y una dictadura que duró treinta y seis años.

Que hemos avanzado los españoles, no lo pongo en duda. La restauración de la democracia ha conllevado la generalizada aceptación del diálogo, en el marco imprescindible de un Estado de Derecho, como único instrumento válido para hacer prevalecer las propias ideas, salvo excepciones residuales, que todos conocemos. Es hacer prevalecer las razones y la argumentación como método de resolución de conflictos y la renuncia a ningún otro que no se ajuste a Derecho.

Por eso, ahora que lo que se dilucida, como entonces, son ideas de gran trascendencia, que conforman cómo vemos colectivamente el mundo, cómo queremos que funcionen las cosas, qué papel nos atribuimos, debemos ser especialmente cuidadosos de mantener la convicción en el logro del diálogo y preservarlo como lo que es, el mejor fruto de nuestra reciente y dramática experiencia histórica, el vehículo imprescindible para obtener acuerdos, para converger en soluciones posibles, para avanzar en el bienestar y en definitiva en la felicidad, ese objetivo tan humano y que fue plasmado como un derecho por primera vez en una constitución, en la estadounidense de 1787.

Por eso las actitudes como la expresada por la ministra Bañez ayer, que representaba al Gobierno, en la declaración oficial que hizo en el Congreso, donde después de expresar que estaba a favor del diálogo “hasta la extenuación”, continuó diciendo, como si no fuera una contradicción, que” las partes troncales de la reforma no se van a cambiar”, no ayudan a mantener la convicción en este logro.

Pero tampoco lo hace el que, como todos sabemos, los “piquetes informativos” sean en realidad coactivos, mediante la increpación, el insulto, la amenaza y en muchos casos la violencia contra los bienes, y en ocasiones las personas, que también quieren ejercer su libertad y su derecho a no participar de una huelga, y ello haya sido y siga siendo algo consentido por todos los gobiernos, así como por las cúpulas sindicales, cuando no alentado desde las mismas.

Ni tampoco ayudan los señalamientos, las amenazas, las marrullerías legales, ni las represalias de los empresarios contra los empleados que con igual libertad que los que eligen trabajar deciden secundar una huelga.

Mientras no tengamos claro que la pervivencia de todas estas conductas lo que provocan de manera inmediata es tensión, resquemores y amedrentamientos, y cuando se descontrolan daños a los bienes y a las personas, y que por encima de todo, suponen un paso atrás respecto a la convicción del logro histórico del diálogo y su función, no podremos avanzar, sino que estaremos perdiendo un tiempo precioso en la solución de los problemas. Y es que de lo que debería haber tratado este comentario sobre relaciones laborales y la reforma que propone el Gobierno, hubiera tenido que ser de cómo crear riqueza, y cómo distribuirla de la manera más justa. En definitiva de qué iniciativas tendrían que tomarse para obtener esos objetivos, que incluyen dar oportunidades de trabajo a ese más de un quinto de la población española en edad de trabajar que no puede hacerlo.

Manifestación sindical del 11 de marzo de 2012 en Madrid

Momento en que estaba hablando Fernández Toxo, después de hacerlo Cándido Méndez. Pasaban 9 minutos de las dos de la tarde y la afluencia de manifestantes era escasa. En el momento del comienzo de sus intervenciones, un poco antes, apenas las personas concentradas frente al estrado colocado delante de la Puerta de Alcalá llegaban a cubrir la mitad de ese tramo de la calle de Alcalá, el que va de la Plaza de la Independencia hasta la de Cibeles.Manifestación del 14 de marzo en Madrid

Manifestación del 11 de marzo en Madrid

Momento en que comenzó la intervención de los oradores con las de los Secretarios Generales de Madrid de UGT y CCOO, sucesivamente.Manifestación del 14 de marzo en Madrid

Huelga general en España del 29 de marzo de 2012

Siento que me encuentro en una situación privilegiada para emitir mi opinión puesto que me encuentro concernido en sus dos vertientes, la que la apoya y la que la rechaza.

El apoyo se debe a que no comparto el fondo de la ideología que subyace y alimenta la reforma laboral, ese cúmulo de creencias que deposita en la iniciativa privada la eficiencia. Puede que la estadística nos diga que las empresas privadas, movidas por el ánimo de lucro, son más eficientes, más rentables, gastan menos dinero en obtener el mismo resultado, pero seguramente también nos dicen que el mejor servicio se obtiene en la empresa pública, que no tiene ningún objetivo de rentabilidad económica, sino de rentabilidad social, aunque sea más difícil de cuantificar. La encuesta realizada entre médicos especialistas, publicada hoy por una asociación de consumidores, que coloca en los dos primeros lugares en cuanto a su calidad asistencial, en su particular estimación, a sendos hospitales públicos de Madrid y Barcelona, el Hospital Universitario La Paz, y el Vall’ de Hebron, no viene sino a confirmarme esta impresión.

También estoy de acuerdo, coincidiendo con la opinión expresada recientemente por el obispo de Ciudad Real,  con resistirme a que deban ser los asalariados de toda condición los que paguen los platos rotos de una crisis generada por los comportamientos, no sólo excesivos, sino directamente estafadores protagonizados por el mundo financiero mundial y especialmente estadounidense, al abrigo de una desregulación normativa en aquél país, sobre cómo deben ser estos comportamientos.

Esta injusticia, que deba ser la merma de riqueza de los asalariados de todos los países a los que la crisis les afecta, la que pague la crisis es motivo suficiente para protestar de la manera más enérgica y diáfana.

¿Qué es entonces lo que me hace oponerme? Son dos ideas, principalmente: una, que una huelga general tiene un altísimo coste económico, lo cual es tirar piedras sobre el propio tejado, ya que cuanto menos haya para repartir a menos tocaremos y ahondar en el agujero del que queremos salir es contradictorio con ese deseo. Y dos: ¿quién está imponiendo esta nueva regulación laboral, que indudablemente reduce los beneficios que para los trabajadores tenían las anteriores normas, es este gobierno, o son las directrices exigidas por Bruselas y otros organismos multinacionales a los que pertenecemos y con quienes tenemos unas obligaciones contraídas? Como la respuesta es esta segunda opción, ya que la cacareada «soberanía» es un concepto que necesita ser revisado a la luz de los hechos, la pregunta que me hago es: ¿Qué sentido y qué eficacia tiene de cara a obtener evitar recortar esos beneficios que la reforma propuesta hace perder, si el responsable último no es el destinatario de la protesta?

Ello me lleva a proponer a los sindicatos convocantes de esta huelga, y a todos los demás grupos sociales capaces de influir en las decisiones que se toman respecto a la realidad social, la búsqueda de mejores herramientas para oponerse, democráticamente, por supuesto, a las iniciativas o decisiones tomadas por los poderes públicos, también en el ejercicio democrático de su poder político. Herramientas que no desangren un poco más a los ciudadanos, que no nos hagan más vulnerables ante la competencia económica de otros países con los que estamos jugándonos el porvenir.

Oslo

El suceso de Oslo, si se acaba confirmando, pone en primer plano, de nuevo, la realidad religiosa como fenómeno sociológico. Quizás no haya que centrarse ahora en cuestiones de gran magnitud, como la conveniencia o no de que en una sociedad moderna pervivan las creencias religiosas, como en los concretos mecanismos que alientan o desalientan a los individuos proclives al protagonismo, a utilizar argumentos y estados de ánimo que enraízan en estas creencias. Pienso ahora en las manifestaciones maximalistas de afirmación de convicciones concretas que se hacen por parte de los jerarcas religiosos, como oposición a la marea que va emergiendo en la sociedad de convicciones que se expresan en los comportamientos colectivos, que justamente ponen en tela de juicio las anteriores.

El sentimiento nacionalista

El momento que estamos viviendo en torno a la oportunidad de que una selección de deportistas profesionales, jugadores de fútbol, alcance un título de campeona de Europa, de esta Europa geográficamente ampliada que incorpora a países como Rusia y Turquía, me da pie a la siguiente reflexión, aplicable a otras ocasiones en las que un combinado español en otras disciplinas deportivas, como el baloncesto o el waterpolo consigue similares logros, pero especialmente significativo ahora por la capacidad del fútbol de llegar al interés de un mayor número de personas, de movilizar conciencias.

                Esta selección está compuesta prácticamente por jugadores originarios de toda la geografía nacional. Por poner los ejemplos que me vienen a la cabeza, Villa, asturiano, Silva, canario, Iniesta manchego, Alonso, vasco, Marchena, Ramos y Güiza, andaluces, Fábregas, Hernández, Pujol y Capdevila, catalanes, Torres, Casillas y de la Red, madrileños…Como no me sé de todos su origen, no puedo decir que falten en la lista de terruños Extremadura, Galicia, Cantabria, La Rioja, Navarra, Aragón, Castilla-León, Murcia, Baleares, Ceuta o Melilla, en cualquier caso si alguna faltara de manera directa, apuesto a que no estaría ausente si extendemos el origen a todos los que concurren en el proyecto, eso que se suele llamar el cuerpo técnico y los auxiliares, y aún menos si subimos el escalafón originario a los ancestros respectivos. Incluso hay puesta la guinda de la inmigración enriquecedora y necesaria en la encarnación de Senna. Inequívocamente es, pues, un proyecto en el que se juntan el esfuerzo y el saber, de un grupo de muy extensa heterogeneidad, donde esta circunstancia no supone una desventaja sino todo lo contrario, son los mejores, los más capaces de poder contribuir al mismo.

                La correlación con el proyecto que supone el progreso de una nación salta a la vista y con ello debería hacerlo a la conciencia, en especial a la de los que todavía promueven sentimientos nacionales. Esta nación que llamamos España, lleva funcionando así de derecho desde la boda de los Reyes Católicos en el siglo XV, y de hecho yo diría que al menos desde siete siglos antes. Ahora el proyecto que nos hace trabajar juntos es conseguir una Eurocopa, entonces era tener una tierra donde vivir y prosperar que había sido tomada por otros pueblos vecinos con idénticos fines. En este devenir jurídico de consolidación de naciones sobre un territorio hay que decirle a quien no lo sepa y recordar a quien lo haya olvidado, que nos adelantamos más de cuatro siglos a países que hoy aparecen tan emblemáticos como Alemania o Italia, que empezaron a llamarse de una sola forma y a actuar de manera conjunta a finales del siglo XIX. En definitiva, España es capaz de competir hasta alcanzar el nivel más alto porque aprovecha todas sus posibilidades. Somos mejores juntos que por separado, en esto  y en cualquier otro objetivo que nos planteemos.

                No obstante, tengo la impresión de que tales consolidaciones nacionales han dejado de tener sentido de la Historia, que se han quedado anacrónicas, que, sobre todo, los logros científicos y tecnológicos, en definitiva el conocimiento, las han dejado con el paso cambiado y que, por consiguiente, ahora el impulso colectivo debe marcarse otros pautas para alcanzar el progreso, el bienestar, la felicidad, encaminándose a profundizar a la vez, y sin que ello sea una contradicción, en el marco que supone ser humano, sin etiquetas diferenciadoras, las llamemos naciones u otra cosa, y en la libertad y desarrollo individual, lo cual nos sitúa ante la paradoja de que una competición construida sobre un soporte de exaltación y cultivo de sentimientos nacionales, nos muestre el camino para que dichos sentimientos se diluyan hasta encontrar la base real.

                El deseable proceso de desarticulación nacional en el que ya está embarcada Europa será lento porque debemos salvar primero la tremenda distancia en el desarrollo que nos separa a unos de otros, a nosotros de los que nos rodean. Tenemos que hacer primero un descomunal esfuerzo de sincronización que llevará tiempo, pero el objetivo por ello no debe perderse de vista, la integración en un mínimo común denominador de valores universales en un ámbito libre de prosperidad sin renunciar ni un ápice, porque sería suicida, a la riqueza de la variedad.  

El presidente y los ciudadanos en televisión

Lo cierto es que la primera impresión no se ha desvanecido en las dos horas que ha durado el programa. El presidente ha estado desplomado, como suele ser habitual en él, haciendo evidente que carece de un dominio de la expresión oral fluída, incapaz de gestionar argumentaciones complejas, o de matizar de manera clara y convincente. Se le notaba tenso, aunque ha ido relajándose conforme se acercaba inexorablemente el final. Ha utilizado siempre el tuteo –empezando por el presentador del programa-  en un intento de aproximación que se presumía imposible desde el momento en que los ciudadanos tenían la consigna de no hacerlo, y efectivamente, no transmitían sentirse con ganas de compadrear. Se ha extendido siempre en exceso en las respuestas, preso –hay que suponer- de las consignas que le habrán transmitido los expertos colaboradores que le hayan aconsejado, con unas pautas argumentales preconcebidas, que pasaban por enumerar y reiterar lo que consideraba logros de su legislatura. Al principio la sensación de desvalimiento, tras ese decorado frágil e incómodo, que apenas le permitía apoyarse, era penosa. Tras el descanso, sin duda alguien –puede que el propio Milá- le haya indicado que debía situarse delante del pseudo atríl/mesa alta de bar, aprovechando el espacio para caminar y dar una sensación de mayor control de la tarima, y eso le ha dado oxígeno, y también las preguntas más atemperadas que ha recibido. Ha habido un momento más imprevisible que los demás, cuando al borde del final, el joven abogado malagueño, que le había preguntado al principio, ha insistido en ponerle contra las cuerdas en el asunto de De Juana, saltándose el protocolo y dando la sensación de personalidad incontrolada…Afortunadamente para Rodríguez Zapatero, no ha pasado de ahí…

         Casi todas las respuestas le han pillado sin capacidad para contestar exactamente a lo que se le preguntaba y todos sabemos por experiencia lo mal que sienta eso. Ese era el sentimiento que se podía translucir en los gestos de los ciudadanos, de confirmación de la pantomima, de la inutilidad de la pregunta –algunos lo han expresado así, haciendo referencia a su buena cintura para eludir contestar directamente-, de satisfacción con excepciones, sin embargo, por protagonizar un hecho sin precedentes, por ejercer de interlocutores con el poder, también.

         Cuando, para terminar su intervención el presidente ha soltado una especie de invitación a terminar de contestar a las preguntas previstas en Moncloa –más de la mitad, 58, han quedado sin expresar- el desconcierto ha quedado flotando: ¿Estaba el presidente del Gobierno, invitando a 100 personas a terminar la charla en su residencia oficial, sede de la Presidencia del Gobierno? Milá lo ha resuelto provisionalmente recogiendo la propuesta y especificando que dichas preguntas serían trasladadas a la Presidencia para ser contestadas…

         A lo largo de todo el encuentro lo que sí ha hecho el presidente José Luís Rodríguez Zapatero, además de lo ya indicado, ha sido transmitir la habitual sensación de veracidad apoyada en una cierta ingenuidad, de convencimiento en el alcance de su política social, de orgullo por representar a los españoles, de constatación de la limitación que realmente tiene el ejercicio supremo del poder político en España, mencionando repetidamente a otros poderes, el judicial, los agentes sociales, los empresarios, el cuerpo legislativo europeo. Es en este sentido donde no ha defraudado a sus seguidores, que pueden continuar viendo en él a alguien poco hábil en el fragor de la dialéctica política, pero con voluntad e ideas de progreso convincentes.

         No ha contestado escrupulosamente a ninguna pregunta excepto la referida a Navarra como elemento de negociación, no ha entrado en sus enfoques, manteniéndose siempre a la defensiva, pero  ha aprovechado para decir: Que su prioridad desde que estaba en la oposición era acabar con el terrorismo y lo sigue siendo ahora, que Navarra no ha entrado en la negociación, luego no es moneda de cambio, remitiendo a que serán los navarros los que decidan, dentro de la Constitución, sin entrar a comentar qué pueden tener que decidir. Que el caso De Juana era excepcional –lo ha dicho, al menos, dos veces- sin explicitar por qué y contradiciendo el sentido de las explicaciones generalizadas de sus portavoces de que se encontraba sujeto a los procedimientos habituales del ejercicio de la legalidad. Ha repetido que lo conseguido había sido evitar una muerte, y mantenerlo privado de libertad. Puede que alguno le haya apostillado sobre este aspecto –dado como se percibían los ánimos de la mayoría del grupo-  pero no se ha escuchado. Que  nadie concurrirá a las elecciones autonómicas ni municipales sin haber cumplido escrupulosamente la Ley de Partidos. Ha expresado inequívocamente su disconformidad con la posible imputación ante el Tribunal Penal Internacional de la Haya del ex presidente Aznar. Ha reconocido la labor de la Monarquía y ha dejado fuera de cuestión ese aspecto, argumentando que era una pieza maestra de la Constitución. Y por añadidura, ha soltado cada vez que le han dado un mínimo pie su lección aprendida de la bonanza económica, los puestos de trabajo creados, el paro disminuido, el puesto privilegiado en la lista de los países que más crecen, y también la de los aumentos en gasto social, pensiones, nuevos derechos sociales, subvenciones a sectores desfavorecidos o más débiles…

Política

Resulta casi imposible mantenerse al margen. Lo que acontece va creando opinión y expresarla, sumarse o distinguirse, aportar el propio enfoque, aparece como necesario para contribuir a  disponer de un conocimiento de la realidad lo más fiel posible.

No al salvajismo

Lamento profundamente que el matar siga siendo considerado una vía para expresar la protesta y la disconformidad con planteamientos politicos o existenciales que no se comparten. Hacerlo sólo envilece y lo rechazo totalmente. La civilización tiene que ser fiel a sus logros y enfrentar el uso de la violencia como lo que es, algo perseguible y punible desde el respeto  a las más avanzadas normas vigentes basadas en los Derechos Humanos.