Todos y todas

Intercambiaba hace poco con unas amigas impresiones sobre el cansancio que notábamos que nos producía la contemplación de la actividad política actual en España. Nos situábamos, de manera implícita claro, dentro del marco de la crisis económica, de la insatisfacción por comportamientos irresponsables, y de la indignación cuando apuntaban a fraudulentos, que más nos parecían tendentes a engañarnos a los ciudadanos, a darnos gato por liebre, a tomarnos el pelo, que a cumplir con sus jurados o prometidos compromisos con nosotros. Y creo que había consenso en que se trataba de un sentimiento que ocurría a pesar nuestro, de que en fin, no hacíamos nada para ayudar a este cansancio, sino que lo habíamos notado surgir venciendo nuestro interés por estar al día de los asuntos de la gran y la pequeña política, de poseer opiniones formadas sobre ellos, para poder ejercer correctamente nuestra libertad y nuestra crítica o anuencia con las decisiones que tomaran los responsables políticos.

Es en este contexto en el que quiero señalar la cada vez mayor fatiga que me produce el uso de los desdoblamientos de género en todo tipo de palabras. Me estoy refiriendo sí, al uso de “compañeros y compañeras”, “ciudadanos y ciudadanas”, “amigos y amigas” y por encima de todos ellos el engendro “todos y todas”.

Doy por bueno que en origen este uso lo inspira el combatir el sexismo que se muestra en muchos aspectos de nuestra sociedad, pero como no creo que eso ocurra en este caso, porque ha transcurrido un buen tiempo desde que saltaron las primeras voces reclamándolo para analizar bien el asunto, discernir y tener bien formada una convicción, lo percibo o como una dejadez, o una falta de rigor, o un desprecio por el sentido común o el conocimiento de los especialistas, o una impostura o añagaza electoralista más, o todo ello a la vez y, en consecuencia, no me gusta, me desagrada e irrita.

Hay estudios, realizados por profesionales del lenguaje, a los que me remito para dar información rigurosa sobre esto y su particular casuística, como el artículo publicado en El País hace ya algún tiempo por el académico de la R.A.E. Ignacio Bosque, que a su vez citaba a otros autores que habían profundizado en ello, por lo que no quiero repetir  las razones que allí se argumentaban, y que comparto, sino poner el foco en el aspecto del comportamiento hipócrita de los políticos que sí lo hacen suyo y así se expresan en sus intervenciones públicas, cuyo único fin al hacerlo es hacerse pasar por sensibles a los problemas de desigualdad de género, regalar los oídos de las personas sensibilizadas con este asunto y contribuir con ello a obtener su adhesión y como consecuencia el mejor resultado posible en unas elecciones.

Como no creo que la mayoría de estos políticos y líderes que nos hablan de esta manera incorrecta -según la R.A.E. y demás academias como ya he indicado- cuando se dirigen a nosotros en público, hicieran lo mismo si mantuviéramos una conversación privada, sin medios que recogieran y publicaran el mensaje, lo que percibo es, efectivamente, más que ninguna otra cosa, postureo y electoralismo. Y no lo creo porque encuentro dos motivos poderosos para que no lo hicieran: el primero porque en el uso habitual no dejan de hacer caso de una característica primordial y común a todas las lenguas, como es la economía. -¿Qué sentido tiene duplicar el gasto en saliva, tiempo y concentración usando dos palabras cuando una de ellas sola engloba a las dos y expresa todo lo que ambas pueden transmitir? ¡Cuánto más si eso ha de reproducirse decenas de veces en un discurso!- El segundo, íntimamente imbricado con el primero, porque sin duda alguna ninguno cree que haya entre su audiencia alguien que deje de percibir con la suficiente exactitud su mensaje completo si omiten el desdoblamiento.

Por más que intuya la matraca que deben sufrir por parte de sus asesores estos políticos para no hablar como lo hace todo el mundo, de una manera que tachan como sexista, espero de su capacidad y sentido crítico que no se escondan ante una cuestión polémica como ésta y expongan su criterio y razones para este uso. Pero no, lo que ocurre es que optan por el maquillaje y el escaparate, por lo más sencillo y barato, como no deja de serlo apuntarse a esa corriente de cierto pensamiento feminista que tiene como necesario ese uso, lo reivindica y lo promueve, aunque ello vaya en contra de la opinión de los especialistas académicos sean éstos hombres o mujeres. Veo así una contradicción entre lo que de verdad se cree, porque es lo que se practica como habitual en el ámbito privado, y lo que se ven obligados a decir, lo sientan o no, en cada intervención pública. En resumen: hipocresía.

Esto no supone, naturalmente,  que los que se someten a este dictado, de un sexo u otro, no tengan firmes convicciones sobre la igualdad entre las personas, de manera independiente de cual sea su sexo, y también de la necesidad de combatir ese sexismo que existe en muchísimos aspectos de nuestra sociedad -yo no lo sé, pero se lo doy por bueno- sino que en el mejor de los casos no le dan la máxima prioridad ni proponen o legislan medidas que verdaderamente igualen a todos, sino que aceptan el camino fácil, aunque tedioso, pero hipotéticamente rentable, de intentar contentar a todos, orillando la polémica sobre este uso particular del desdoblamiento, y sumándose así, desde mi punto de vista de manera equivocada, a esa corriente feminista porque deben creer, supongo, que los prestigia y los salvaguarda de presentar flancos donde el adversario pueda hincar el diente.

Y me pregunto si los asesores y ellos mismos han considerado las consecuencias negativas en los que los escuchan del aburrimiento y el desinterés por la falta de agilidad y por la reiteración, y la escasez del mensaje, que esta práctica produce, al obligar a acortar el discurso, que necesariamente debe hacerse breve para que puedan caber todas esas repeticiones…

Quizá sólo sea mi caso, pero cuando escucho un comienzo del tipo “quiero deciros a todos y todas” pierdo todo interés por saber qué es lo que sigue, aunque mirado desde otro punto de vista puede que sea éste, además de decir lo menos posible, limitándose a muy pocas ideas para no distraer o dispersar al electorado, el objetivo que se busca conseguir: que lo dicho no sea escuchado, y en la mayoría  de los casos no cale y sea olvidado de inmediato. Al final el triunfo aplastante del engatusamiento y el humo de pajas.

¿Quién pone en peligro la democracia?

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Por José Vidal Portillo, miembro de Economistas Frente a la Crisis

Indecencia, abusos, desigualdad, frustración de expectativas, deterioro de la convivencia, hartazgo, desmoralización social… Son algunos de los síntomas que, desde hace tiempo, vienen anunciando la enfermedad de una sociedad en crisis. Consecuencia lógica del enquistamiento de problemas sin resolver en nuestro entramado político e institucional.

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Viaje

Ocurrió de pronto. No podíamos tener la más mínima sospecha. Por más que supiéramos de sus obsesiones, para algunos veleidades, trastorno para otros, sarampión de juventud, o reacción ante una infancia plagada de casuística psicoanalítica de la que se describe en los manuales de Psicología, nunca imaginamos que esto acabaría así.

Ayudaba al despiste general el hecho de que en los últimos años apareciera mucho más asentado en su personalidad, más maduro, mostrando en sus juicios una sensatez y una coherencia que no le habíamos visto antes. Parecía haber superado una tras otra las pruebas que los avatares de la vida le habían colocado por delante. Era un hombre cabal, pausado, comprensivo, cariñoso, receptivo a su entorno, generoso…

La Guardia Civil está acostumbrada; no debe haber nada que no haya visto. Se dice que es  el cuerpo policial más riguroso instruyendo en España. Quizá por ello, el número de este expediente tiene esa letra al principio para distinguirlo, añadida a la de la provincia donde han ocurrido los hechos, en este caso SG de Segovia. Cuando lo leí, como un favor especial, porque como abogado de a pie tengo una bien cultivada buena relación con los oficiales de la mayoría de los juzgados, me llamó la atención la naturalidad con que su redactor, el sargento Sinforoso Barrero, relataba los hechos: “…Llegado el patrulla de la Benemérita, Z-178, con base en El Espinar, al lugar donde esperaba la persona que había hecho la llamada de emergencia, el punto kilométrico 91,8 de la Autopista del Noroeste, sentido Madrid, término municipal de Navas de San Antonio, a las diez y media de la noche (22:30) del domingo 7 de setiembre (sic) de 2014, veinte minutos después de recibida la llamada, encontró a una mujer de edad indefinida y aspecto juvenil, que se encontraba bajo una fuerte excitación. Solicitada su documentación resultó ser María Marta Balbás Valero… Requerida por los agentes personados manifestó que volvían a Madrid ella y su marido de pasar las vacaciones en Galicia, y que llegado al punto kilométrico donde se encontraba, ya habiendo anochecido, un foco de luz se había hecho presente justo delante del vehículo en el que viajaban, de tal modo que él, que conducía, había frenado de inmediato de manera brusca ante el temor de una colisión frontal inminente. Habiéndose producido dicha frenada en seco (consta en el atestado que las huellas del mismo alcanzan los 83,6 metros) el vehículo logró no salirse de la calzada y se detuvo, apagándose acto seguido todas las luces, tanto las interiores como la exteriores, así como el motor. Desconcertada y muy asustada observó como su marido, que se había quedado rígido, aferrado al volante, miraba atentamente durante unos instantes la luz que los cegaba, y después desaparecía, al igual que la luz. Manifiesta que gritó su nombre varias veces, presa de un ataque de nervios, sin obtener ninguna respuesta, hasta que fue calmándose en el silencio de la oscuridad, sobre todo desde que se dio cuenta de que ésta ya no era tan absoluta, porque había coches que pasaban y al hacerlo la iluminaban fugazmente. Se percató igualmente de que el vehículo que suponía en mitad de la calzada estaba en el arcén y tenía las luces de emergencia activadas. Sin atreverse a bajar del mismo llamó con su teléfono móvil al teléfono de emergencias 112. Insistió reiteradamente en que su marido viajaba con ella y conducía el coche. Buscado con linternas en inspección ocular en un amplio radio por la zona circundante no se apreció rastro alguno del mismo. Avisados los establecimientos habitados más próximos, la estación de servicio de BP sita 18 kilómetros antes, y el bar de carretera ‘Las Fuentes’, a 7 del lugar del suceso, en ambos declararon no constarles la presencia de ningún varón que requiriera auxilio o mostrara un comportamiento que les llamara la atención en esa fecha. Realizada allí mismo la prueba de alcoholemia y otras drogas a la mujer dio negativo.»

Sí, parece que definitivamente nuestro amigo Alberto logró cumplir su anhelado sueño de ser abducido por los extraterrestres. Cuando menos se lo esperaba, supongo. Hacía ya mucho tiempo que no hablaba de ello. Incluso alguna vez me pareció que no se sentía cómodo recordando aquella etapa de su vida, cuando junto con otros adeptos ayudó a construir un monasterio cerca de un pequeño pueblo, en una de esas abundantes zonas poco pobladas de la geografía española, donde todos esperaban que se produjera el contacto. O quizá no todos. Aquél que lideraba el grupo una tarde les dijo que se acercaba a comprar tabaco al pueblo y no volvió a aparecer, llevándose consigo en efectivo el capital que entre todos habían juntado durante los ocho años que habían dedicado a esa tarea, unos aportando sus ahorros, otros incluso sus herencias, malvendiendo los inmuebles para convertirlos en dinero contante y sonante.

A pesar de los pocos días transcurridos desde estos hechos, y en consecuencia que sea un caso abierto durante el tiempo reglamentario previsto, no tengo ninguna duda de que no va a haber nada más que contar, que no habrá novedades que expliquen la desaparición.

La X que precede al número del expediente -deduzco que el mando que decidió designar esta letra para identificar estos expedientes donde lo sobrenatural o inexplicable  desempeña un papel, era aficionado a esta serie norteamericana de televisión- presagia que transcurrido el plazo legal será archivado sin resolver. Del número, afortunadamente muy reducido, de expedientes X que tiene la Guardia Civil, ninguno ha sido resuelto.

Marta desde lo sucedido no ha logrado volver a dormir tranquila sin ayuda farmacológica. Cada día que pasa toma mayor conciencia de lo que le ha pasado, y la inicial duda de por qué no fue incluida en la abducción -al fin y al cabo ella también había participado en aquellos años de comuna y espera y allí conoció a Alberto- le ha seguido un aplastamiento anímico que la ha dejado como un zombi.

Nosotros, sus amigos, por nuestra parte, también le vamos a echar mucho de menos. Eran ya muchos años los que compartíamos con él un “txoko” -como lo dicen en vasco- en nuestro caso muy musical. Encuentros para conversar alrededor de unas viandas que nos preparábamos por turnos en una sana rivalidad culinaria, y que compaginábamos con el gusto por tocar música. Echaremos a faltar sus intervenciones reposadas y bien informadas, su interés por lo más profundo de nuestros sentimientos y su envidiada madurez musical en contraste con la nuestra, en esas horas de las acostumbradas tardes de los viernes que iban cayendo hasta la madrugada, entre canciones, críticas, confidencias, comentarios, exposiciones, aceitunas, anacardos y pistachos, aguacates y alcachofas confitadas, merluzas al horno y asados, repostería y frutas, chocolates y olores a jazmín y lavanda, taninos de Rioja y de la Ribera, cavas del Penedés con regusto a avellanas…

Pero seguiremos así, como si lo extraordinario de la vida fuera normal, como si no hubiera nada a diario que la perturbara.

Gaza y la presencia próspera

Eran casi las doce de la noche del pasado viernes y veía al fondo las luces de la ciudad de Gaza y su entorno, el paisaje nocturno que emitían en directo varios canales de televisión, imágenes sin comentarios de la señal que registraba una cámara fija que cabía imaginar como las de tráfico, aupada a un poste. De sonido ambiente el ruido sordo que recordaba al de un generador, pero que disparaba la imaginación: Podría haber sido  una trituradora gigante avanzando pesada y lentamente sobre cadenas, como los blindados israelíes, capaz de no dejar piedra sobre piedra en los 360 Km cuadrados que ocupa el territorio. Miraba al horizonte, intentando distinguir qué pasaba, si algo se movía, algo explotaba o se desintegraba en un relámpago de fuego, pero el aire en ese espacio oscuro respiraba detenido, como inerte ya, presagio siniestro de los muertos que desde entonces se han ido sucediendo.

Los medios de comunicación cada vez más intentan retransmitir la guerra en directo, y a no tardar mucho conseguirán que la sangre salpique la lente de la cámara.

Con esta operación militar protagonizada por el ejército de Israel se está consumando otro zarpazo a la paz, que nadie verdaderamente debe querer puesto que no se consigue. Pasan las décadas, las reuniones, los premios Nobel de la paz, y las que transforman el paisaje y las vidas son las guerras.

Es difícil no pensar que el objetivo beneficiado a corto plazo de todas ellas no haya contribuido de manera determinante a que todo de nuevo esté sucediendo así. No se puede demostrar que todo responda a un meticuloso y alambicado plan, que de satisfacción a intereses geoestratégicos y económicos, que acepta un indefinido largo plazo y tendría como máxima algo así como “Cualquier cosa que suceda, tanto lo que controlamos como lo que no, debe ser aprovechada para expandir nuestro territorio, elemento necesario para consolidar la viabilidad y seguridad del Estado hebreo”, pero los hechos apuntan a esa lógica.

No se si alguna vez los inspiradores y fundadores del estado de Israel contemplaron otra diferente: la vía de la presencia próspera. La que beneficiara a todos los implicados. La integradora bajo unos mínimos estables de convivencia y respeto. La que dejara en el apartado de lo no básico las diferencias e hiciera valer como sustento lo igualitario, lo compartido. La que así propiciara el desarrollo de todas las personas, su prosperidad y su bienestar, de manera independiente de su credo, su raza, su lengua o sus costumbres. Pero si se que es la única vía que tienen para erradicar la espiral absurda que ahora conduce a la violencia mortal, alimentadora y alimentada por el odio y el ansia de venganza.

Parece ridículo -por obvio- tener que recordar algo evidente para cualquier observador externo, como es lo que alimenta el conflicto, pero no debe serlo si nos atenemos a la persistencia y reiteración de lo que sucede: El agravio permanente, el despojo de sus tierras, la humillación, el aislamiento, el corte o la ausencia de los suministros elementales para vivir, como la electricidad y el agua, el ser un pueblo subsidiado donde resulta imposible hacer planes vitales de futuro… Esto siempre va a generar una respuesta de rechazo, de rebeldía, que inevitablemente devengue en violencia igualmente cruel y estúpida, porque la violencia engendra violencia. Nunca Israel va a disfrutar de la paz si no se pone al servicio de la prosperidad y el bienestar de su vecino. Debería hacerlo aunque sólo fuera por egoísmo,  por conseguir lo mismo para sí, pero ante todo porque es lo justo, lo que debe de ser. Además, si se diera cuenta de esto, sin duda le costaría menos aceptar este planteamiento.

Con la simplicidad de un slogan, hay que decirle a los gobernantes de Israel: “No hay que tirar misiles «inteligentes» -frente a los comparativamente rudimentarios cohetes de Hamas- que destruyan casas y edificios públicos, incluidos escuelas y hospitales, hay que lanzar inversiones, disposición a la comprensión y amistad”. No hay que insistir en la fórmula de la propaganda y el hostigamiento, de descalificar al contrario y asignarle sin más explicación, sin contar con la Historia, el papel del terrorista. Para entender a ese contrario sólo hay que ponerse en su lugar. No hay otra manera de obtener la paz.

Me ha resultado reconfortante y esperanzador que un judío ilustre como David Grossman haya escrito esto recientemente con motivo del septuagésimo quinto aniversario de la fundación del estado hebreo.

Español en Londres

 

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Muy próximo al puente de Southwark (Southwark Bridge), en el área de la City, haciendo esquina con un estrecho pasadizo peatonal que separa los grandes edificios de oficinas del canal del río, en la margen izquierda, -la norte, la misma que curso mucho más arriba aloja al parlamento británico y su emblemático Big Ben- y en frente de la orilla sur donde se ha levantado la réplica del teatro The Globe, el que fundó Shakespeare, está este rincón plenamente español, la Zorita’s Kitchen.

Este restaurante, diseñado para servir de escaparate y lugar de encuentro a una importadora de productos españoles, principalmente vinos, tiene grandes ventanales, lo que le aporta una luminosidad natural muy agradable. Está presidido por una sugerente  barra central, donde es fácil encontrarse en ella a un operario cortando jamón, con una decoración abigarrada del colorido de los productos expuestos en los anaqueles, que deja, sin embargo, sitio suficiente para sentarse aproximadamente a unas treinta personas.

Atendido por personal español de una gran amabilidad y eficacia, también recompensa al permitir dejar el inglés por un rato a los viajeros menos expertos en este idioma, pero, sobre todo, resulta muy reconfortante ver como salen platos de su cocina con el sabor y el gusto reconocible del mejor estilo de la comunión entre modernidad y tradición culinaria española desarrollado en las últimas décadas.

Éramos tres y pedimos una tabla de embutidos, una fabada asturiana, un pulpo a la gallega, unas tostadas de sardinas en aceite y una tortilla de patatas. Todo para compartir.

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Como se puede apreciar en las fotos, la presentación despertaba el apetito. La tortilla impecable, cuajada pero jugosa, en su versión sin cebolla.  El pulpo muy tierno y sabroso, con unas patatitas diminutas cocidas con su piel y cortadas por la mitad con su aceite de oliva virgen. Las sardinas sobre una rebanada de pan tostado y su purecito de tomate seco, un punto especiado y picante, con su ensalada de hoja verde muy bien aliñada, incluyendo unos piñones. Las alubias en su punto de textura, untuosas y con un sabor al embutido sin marcar en exceso. Lo regamos con un blanco de Rueda, el laureado verdejo de la casa, Vega de la Reina, fresco y bien estructurado. No pedimos postre, y la persona que nos atendió, estudiante de Barcelona, nos regaló señalándonos que eran de su tierra, unos estupendos higos cubiertos de chocolate.

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Precios españoles,  entre cinco y siete libras el plato, y el vino no llegaba a 18 libras, comparativamente muy favorables respecto a la competencia que se puede encontrar por igual suma  en este barrio y en el mismo Londres.

ACTUALIZACIÓN IMPORTANTE

Lamentablemente, a esta fecha de final de agosto de 2016, en este rincón ya no hay actividad. Ignoramos por qué causa. Tras los cristales ya no aparece nada de lo descrito anteriormente;  queda el vestigio del nombre y el vacío de lo desmantelado. Lo reflejado aquí ha pasado a ser un recuerdo que pasado un tiempo también desaparecerá.

 

 

Sin cambios en el orden mundial

Sería pretencioso colocar este título si no reconociera desde el principio que no soy un experto estudioso en esta materia, sino un simple observador de su tiempo, y como tal me expreso, pero lo he mantenido por su concisión y capacidad evocadora de lo que sin duda es una realidad muy compleja.

El equilibrio es por definición inestable, su permanencia se realiza en la medida en que fuerzas contrarias se neutralizan produciendo ese estado al que le atribuimos beneficios frente a los perjuicios que en cambio reconocemos en los movimientos a los que nada frena.

Aplicado este concepto a la geoestrategia quiere decir que lo valoramos más que un predominio sin contrapeso, que cualquier realidad política mediante su capacidad y con mayor o menor violencia pueda ejercer sobre las demás existentes.

La reciente actividad expansionista de Putin con Crimea, anexionándose una parte del territorio del estado vecino de Ucrania, puede llevarnos a concluir que el equilibrio precedente a todos los hechos acaecidos en este país desde la renuncia de su entonces presidente Yanukóvich a la firma de un acuerdo de asociación con la Unión Europea, ha sido roto a favor de Rusia. Si leemos sus declaraciones, y tomamos por fidedignas las expresiones de apoyo de sus  conciudadanos a su política nacionalista y de recuperación de territorios e influencia mundial, puede que lleguemos a otra conclusión muy diferente, la de que el equilibrio antes mencionado no era tal, sino que más bien era un desequilibrio producido por el desmembramiento de la URSS y un excesivo escoramiento prooccidental de los territorios independizados de su influencia con posterioridad, y que estas iniciativas del actual presidente ruso van en la dirección de compensar.

En definitiva, que según con qué mirada nos aliniemos percibiremos la situación producida por la anexión a la Federación Rusa de la hasta hace unos días ucraniana península de Crimea, como rompedora del equilibrio o constructora del mismo.

En cualquiera de los dos casos, estaríamos dando por bueno que el mundo ha de regirse por esa suerte de siempre inestable punto de tensión donde los movimientos bruscos desaparecen anulados entre sí, formado por grandes fuerzas políticas antagónicas que gracias a este alambicado sistema de contrapoderes nos permite -a algunos- una existencia razonablemente desarrollada y encarada hacia el bienestar, mientras otros pierden una generación tras otra, ahogadas en la ciénaga de la miseria y la violencia. En definitiva la consabida política de bloques: China, Eurasia -ahora tan de actualidad-, Occidente, el Mundo Árabe, África, Latinoamérica…

Dejando para otro momento el cuestionar ese concepto, lo que se me antoja sorprendente después de todo lo sucedido es que los servicios de inteligencia y los diseñadores de la política exterior de los países que se encuentran a la cabeza de esos bloques, especialmente de los U.S.A. y la U.E. no tuvieran conocimiento o medido el alcance de las posibles iniciativas “desequilibradoras” de sus rivales en este juego.

Después de haber asistido al cumplimiento paso a paso y en tiempo récord de la estrategia cuyo fin era que un trozo importante de territorio en Europa cambiara de dueño, sin apenas derramar sangre, con una puesta en escena tan inverosímil como que un ejército uniformado sin signos de identificación apareciera de pronto perfectamente organizado llevando a cabo su objetivo, lo que cabe pensar no es que fuera un paso improvisado, sino todo lo contrario. Se puede deducir por tanto que todos estaban al corriente de los posibles movimientos  del rival, y que Occidente, que quería completar la incorporación de la muy extensa Ucrania a su área de influencia, ha transigido con que el precio fuera la devolución a Rusia de un territorio de marcada influencia suya e importancia estratégica capital, que por la intervención del factor humano en la Historia,  hace sesenta años había dejado de pertenecerle. La otra opción, la de que Putin ha sorprendido a todos, cuya respuesta al grave desmán, además, está siendo tibia, aunque siga escalando y de momento totalmente ineficaz, resulta cuanto menos poco creíble. O demoledora de la confianza que los ciudadanos podemos tener en las capacidades de nuestros dirigentes para prever y dar respuesta a acciones que conducen a situaciones como esta.

En resumen, que a expensas de lo que vaya a ocurrir en un futuro próximo, prefiero pensar que Putin no es un chalado que se aventura a una provocación cuyas consecuencias pueden tener dramáticos tintes bélicos, ni los líderes occidentales son estúpidos y pusilánimes, que no se enteran de nada y han sido sorprendidos en su buena fe por un golpe de mano súbito que ha supuesto la vulneración de la legalidad internacional y el rapto de una península que supone el acceso al Mediterráneo para la potencia geoestratégica que Rusia quiere volver a ser.

Como suele ocurrir en estos casos, los que con toda probabilidad no sabían nada serían las víctimas del proceso, en primer lugar los que dejaron sus vidas en las protestas callejeras de Kiev que lo pusieron en marcha, y después las minorías como los tártaros, o los ucranianos de Crimea, que les toca  sufrir las consecuencias de lo que otros han decidido para ellos.

Una pregunta pertinente

Señora Valèrie Trierweiler:

Me alegro de verla recuperada y con buen aspecto en esta foto de su viaje a India que incorpora la información sobre el mismo de La Razón en su edición digital de hoy. Por lo que hasta ahora ha trascendido, despierta usted mi simpatía y admiración.

Es dramático lo que le ha ocurrido. Su reacción conocida revela que para usted su pareja era algo verdaderamente importante.

Cabe imaginar que tendría un proyecto bien diseñado en su cabeza para disfrutar de manera privilegiada de su compañía, mientras ocupara la presidencia de la República, ayudándole a mantener el estado de ánimo sereno, lúcido y enérgico necesario para desempeñar esa labor con la máxima dignidad y eficacia, y tras este servicio al Estado, más adelante para compartir con él su progresivo envejecimiento, regalándole su lozanía y elegancia, alimentando sus recuerdos, llenando de miradas cariñosas y conversaciones inteligentes el transcurso de su cotidianidad.

Es probable que usted tenga plena conciencia de ser una mujer en la plenitud de su atractivo y no estuviera dispuesta a considerar que su pareja pudiera ponerlo en cuestión. ¿Quizá se confió y dejó que la idea de que éste era un hombre distinto al arquetipo de los hombres que siempre están alerta al atractivo de las mujeres en edad procreativa, anidara en su percepción de la realidad? Puede que influyera en su confianza también el especial marco protocolario y de seguridad al que obligadamente estaban sujetos. O quizá no, simplemente depositó su confianza de enamorada en las buenas intenciones manifestadas por él en alguna ocasión implícita o explícitamente.

En principio, por tanto,  parece que usted no vio venir lo que iba a ocurrir, que lo desconocía por completo,  y esto tiene una gran importancia.

Françoise Hollande, ya oficialmente su ex pareja, es el actual Presidente de la República Francesa, y en la comparecencia ante la prensa, estando aún usted hospitalizada, mantuvo a raya con gran determinación los intentos de socavar su intimidad apelando a la necesaria y conveniente separación entre la vida pública y la privada. Comparto esta opinión, de larga tradición laica y republicana, pero como casi todo lo que pone norma a nuestro comportamiento como ciudadanos, tiene unos límites bien definidos, es decir, no se entiende ni debe entenderse en términos absolutos. La vida familiar es vida privada, pero no creo que disintiéramos si lo calificáramos de público el hecho de que cualquiera de los dos hubiera sometido al otro a una violencia indeseada, aunque esto hubiera ocurrido en la soledad de su dormitorio.

Pues bien, el hecho de que usted no estuviera al tanto de que su pareja le estaba siendo infiel desde hacía muchas semanas, aun siguiendo siendo un asunto privado, tiene un aspecto público que yo aprecio y es un agujero de buen tamaño en la confiabilidad del señor Hollande. No soy  su votante directo, dada mi españolidad y el hecho de no estar empadronado en Francia que quizá pudiera permitírmelo, pero dada también la capacidad de influencia que en Europa tiene el llamado eje franco alemán, me siento sin duda alguna concernido por la actuación política del Presidente francés, y creo que tengo motivos para pensar que si  ha sido capaz de engañarla, sin más calificativos, igualmente capaz será de mentir y engañar a su electorado, al pueblo francés y por extensión a mi. Aceptar esto conlleva, además, desconfianza hacia su valor para hacer frente a situaciones emocionalmente difíciles, y hacia su capacidad para tomar decisiones en el momento adecuado, los dos hechos que han quedado al descubierto.

Por todo ello, discúlpeme la pregunta, que no tiene un fin curioso o entrometido, sino puramente práctico de conocer lo mejor posible como político a quien de alguna manera su comportamiento en el ejercicio del poder también me afecta: ¿Nunca él le habló de la relación que mantenía con la actriz Julie Gayet?

¿En manos de quiénes estamos?

Me sorprendo, leyendo El País del 24 de enero en su edición digital, con el siguiente titular:  Presidentes del fútbol español solicitan el indulto para Del Nido.

Que el sentenciado en firme a una condena de cárcel no tenga empacho ni impedimento moral alguno para pedir y recoger apoyos para solicitar un indulto al Gobierno, no me llama la atención; está en la línea de listillo y abusador de su posición del poderoso. Concuerda además con el carácter que suelen tener: muy atrevidos para delinquir pero muy remisos a afrontar las consecuencias legales de sus actos.

Lo que me parece digno de resaltar por lo insólito, es que su requerimiento tenga eco en las más altas instancias del fútbol de este país. Invita inmediatamente a preguntarse por qué los firmantes, la mayoría de presidentes de primera y segunda división, jugadores relevantes o los mismísimos presidentes de la Federación y de la Liga de Fútbol Profesional, no se han negado. Una respuesta como la que han dado podría hacer pensar que aprueban su comportamiento, o en el mejor de los casos que no les parece de la gravedad que la justicia ha catalogado y quieren contribuir a enmendar este error. Eso, a su vez, puede hacernos deducir que todas estar personas no sienten esa misma gravedad de los hechos sentenciados porque les resultan familiares, bien porque los practican o los han practicado, o porque los han visto practicar ¡vamos, que los perciben formando parte de algo próximo y normal, quizá incluso habitual, nada por lo que merezca la pena oponerse de manera frontal y destacarse!

Puede ocurrir también que en todos ellos, o algunos, no haya prevalecido una expresión de comprensión, de solidaridad de compinche, sino la prevalencia de la amistad por encima de las leyes, algo por otro lado muy bien visto y extendido, muy tribal, basado en un concepto de la amistad que viene a decir: la justicia no es compatible con la amistad, si toca elegir entre ambas hay que elegir la amistad, a las víctimas que las amparen sus amigos que a mi me toca hacer honor a mi amistad con el victimario y le amparo, aunque lo que haya hecho sea una indecencia, una ilegalidad o haya perjudicado a otros.

Esto me sugiere otra pregunta: ¿Reaccionarían de la misma manera estos “solidarios” si llegara el caso de que fueran ellos las víctimas?

Sea cual sea el motivo de cada uno de los firmantes, a mi su posición me produce, siendo bien pensado, una sensación de falta de altura moral, de despiste ético, de ignorancia y autocomplacencia, y me recuerda lo necesario que sería para el desarrollo y el progreso de este país, como de cualquier otro que no la tuviera ya, una asignatura de ética ciudadana en la educación básica, donde se repasaran todos los conceptos clave para entender el funcionamiento de una sociedad moderna democrática, qué supone el contrato social, qué es el bien común, qué la separación de poderes y un largo etcétera, que las personas que ocupan puestos públicos o semipúblicos en la sociedad deben conocer bien como una obligación ineludible para ocuparlos. Quizá haya que proponer también un examen previo para acceder a ellos, y no dar este conocimiento por supuesto; eso facilitaría no presumirles ignorancia y en consecuencia poder calificarlos en la sociedad apropiadamente.

El simposio «España contra Cataluña»

Independientemente de lo mal o bien demostrada que quede la tesis que le da título, la cuestión importante, la que tiene mayor capacidad transformadora, es si invalida toda pretensión de que los españoles permanezcamos juntos compartiendo los avatares de un proyecto común de futuro, o resulta indiferente para realizar estas consideraciones y obtener una respuesta concluyente a esa pregunta.

Es probable que las maldades que se desgranen en este simposio sean patentes, porque encontrar acciones reprobables en el devenir histórico es habitual, pero no sería riguroso extraer conclusiones sin definir de manera extensa el contexto, tratar de todas las acciones de parte y hacer las correspondientes comparaciones, además de señalizar, dado que alguna se hallará, las bondades. Como en el mismo sentido de esta crítica hace un resumen muy pormenorizado, con las opiniones de diversos historiadores, un reportaje reciente en El País firmado por José Ángel Montañés, no abundaré.

Así pues, volviendo a la pregunta, la respuesta es negativa: no la invalida ya que resulta indiferente. Debe ser el objetivo entramado, tan profuso y complejo, de relaciones personales y económicas como el que existe entre catalanes y el resto de los españoles, el que sustente las decisiones sobre el futuro.

Con toda seguridad podría seguir haciéndose política desde el Gobierno estatal, organizando otro simposio cuyo título fuera una conclusión del tipo “Cataluña en España, ejemplo de sinergia y complementariedad”, pero es probable que esto ya no tuviera ningún efecto sobre la opinión de los ciudadanos de Cataluña que hoy se identifican independentistas, como apunta hoy preocupado  Iñaki Gabilondo en su vídeoblog, porque un sentimiento amplio de huida justificada se percibe ya instalado en la sociedad.

Así, lo que parece indudable es que esta guerra de la comunicación, de la creación de opinión, emprendida por el nacionalismo catalán independentista desde el minuto siguiente a la aprobación de la Constitución del 78, está siendo ganada, y en buena parte porque son los sentimientos a los que se acude, a los que se convoca para dirimir el asunto, y ello no es baladí, porque son difíciles cuando no imposibles de cambiar. Incluso cuando se aportan datos, como en el caso de este simposio, es para alimentar, de nuevo, sentimientos.

Quizá lo que parece más recomendable, que los convocados fueran los hechos, el análisis racional de la situación y el momento histórico que vivimos en el planeta, en definitiva lo que está a nuestro alcance temporal encontrarle soluciones, creando proyectos que nos mejoren y buscando beneficios para todos, acabe siendo lo que ocurra finalmente. Por ello hago votos.

La huida

Como un soplo de aire salió del dibujo del paisaje junto al borde que dejaba el macizo de pinos. Me quedé tieso, conteniendo la respiración, igual que debía hacer él, que también se había dado cuenta de mi presencia. Estaba a poco más de cincuenta metros. Nos miramos sin movernos, yo a mitad de bajada por un terraplén, él en mitad del camino al que me dirigía. Cuando después de pensarlo un momento eché mano al teléfono para fotografiarlo, se debió sentir amenazado y en un instante dio media vuelta y emprendió la huida. Lo vi saltar ágilmente por el cortado que llevaba al río y lo perdí de vista.

Pensé que cogería más abajo el sendero que de nuevo conduce al monte y procuré  seguirlo, manteniéndome  en la misma cota de la ladera para intentar observarlo más adelante.  Cuando pocos minutos después llegué a la vertical desde la que podía ver bien el sendero y más abajo, agazapado en la fronda, el río, no lo encontré. Estuve un rato detenido, buscándolo por el paisaje sin éxito. Deduje que los momentos que había tenido, después de desaparecer tras el cortado, le habían sido suficientes para darme esquinazo y retornar al monte.

Cuando ya optaba por desistir y volver sobre mis pasos, me di cuenta de que salía de detrás de unos frondosos tocones reverdecidos, muy próximos a la orilla del cauce. De inmediato me encaminé hacía allí dando zancadas por la ladera porque consideré que éste le cerraba el paso y, aunque huyera, podría verlo más de cerca. Procurar no caerme en mi carrera, fijándome donde ponía las botas, me impidió ver como lo cruzaba, ya que, cuando levanté la vista y lo vi de nuevo, estaba ya en la otra orilla y se internaba en el follaje de una alameda asilvestrada.

El cauce en ese tramo era ancho, con una profundidad que le calculo entre uno y tres metros, y además el agua bajaba con un respetable caudal, lo que me hizo preguntarme cómo podía haberlo pasado sin ser arrastrado por la corriente. Intenté seguirlo con la vista, pero en un momento lo perdí, así que me encaminé al puente que había más abajo, siguiendo el curso, para ver si él también había hecho lo mismo y me lo acababa encontrando al otro lado… Pero fue en vano. Cuando crucé y retorné hasta la altura donde lo había visto adentrarse en la espesura, no había rastro del cervatillo. Ni un chasquido en la maleza, sólo el silencio susurrante y esporádico de las hojas de los álamos sobre el murmullo del agua.